Saltos de esquí

Saltos de esquí

 

Nada va a ser lo mismo a partir de este momento según sentencia del tiempo, y del telediario de turno, sea cual sea la cadena que sintonice. Ni siquiera el verbo sintonizar va a vivir sin matices. Cincuenta años más tarde, la primera cadena de la primera televisión de España no ha contratado la señal de los saltos de esquí de año nuevo, quizás la única referencia cierta que nos queda en la memoria de la felicidad de los torpes. Con la excepción de la irrupción del euro en nuestras vidas (2001)  los comienzos de año quedaban siempre marcados por la misma estampa: qué agradable es empezar de nuevo aunque sea con la celebérrima cuesta de enero, la subida de la luz, el agua, los taquígrafos, el autobús, la vida… Las rebajas de enero compensaban la estupidez habitual, el regreso imbécil pocos días más tarde a lo de siempre. En esa extraña querencia a no darse cuenta de nada porque no conviene, solemos pensar que una página del calendario es un cambio de vida. La ilusión, aquel elemento perdido en la guerra que nunca fue, aparece como moneda de cambio en las ventanillas de la banca electrónica. Déme usted una clave que yo le preservo la vida. Como en las canciones, el cantante pierde. Como en las películas, el héroe muere. En la pantalla del televisor hay un hombre, una mujer, que salta sobre la nieve desde un cajón rodeado de patrocinadores. Nadie mira a no ser que alguien grite. El saltador de esquí no sabe que en España ya nadie le ve, al menos en directo.

 

 

FOTO: Airforce_skiing_at_keystone_colorado

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