En el VIII Premio de la Fundación Emilio Barbón

Conservo en mi memoria un recuerdo muy vivo y muy entrañable de Emilio Barbón, de su lucha, de su tenacidad, de la firmeza de sus convicciones, también de su capacidad para el diálogo y para la comprensión, y de su singular sentido del humor. Primero en los tiempos de clandestinidad y después en los de la Transición (que fue en los que yo lo conocí), Emilio demostró siempre una actitud muy lúcida para el análisis de la situación de Asturias y de España, y convertía su pensamiento en acción. Lo recuerdo llegando al edificio de la Junta General del Principado, en Oviedo, al lado de Manolita, su esposa, su compañera inseparable, y la sorna con que sabía ponerle buena cara al mal tiempo, o su instinto para intuir que el éxito y el fracaso son dos grandes impostores; o, en fin, esa tendencia natural que tienen las personas de las cuencas mineras asturianas para conciliar los sueños más sublimes con la aspereza de la realidad. Quizá porque su vida fue dura, su carácter era prodigiosamente bondadoso y acogedor. Y recordando a Emilio cumplimos con la máxima cervantina de que “así como el fuego no puede estar escondido y encerrado, la virtud no puede dejar de ser conocida”.

 

Emilio era, a su manera, un filósofo para quien el gozo de la vida sólo era comparable con el compromiso de que esa satisfacción no era para el egoísmo sino que debía ser compartida. Le dolían los problemas de los demás como propios, y todo lo que se relacionase con el turbio manejo de las voluntades ajenas o de la intoxicación psicológica tenía en él a un enemigo radical y sin tregua. “Proyecto Hombre” realiza, con escasos medios, una labor muy destacada. Una tarea en que ni se da una guerra por ganada ni se da una batalla por perdida. En la prevención y pelea contra la drogadicción, el estado de alerta es la situación natural de los luchadores.  No caben medias tintas ni vacaciones ni paréntesis. Mejoran las terapias, en virtud de los avances de la ciencia, pero, ya sea en el pozo o ya sea  en la cima lo que hay es un hombre o una mujer solos a quienes, desde “Proyecto Hombre”,  se les tiende una mano, y la mano que se demanda y la mano que se acerca terminan por confundirse en una hermosa sinfonía de complicidades y de solidaridad. Todo esto lo describe muy bien el poeta asturiano Carlos Bousoño: “Dame una mano y no me dejes caer,/ como tú mismo, como yo mismo,/ en el hueco atroz de las sombras”. Todo esto lo refleje el espíritu y la labor de la Fundación Emilio Barbón.

 

El hecho de que se entregue el octavo premio de la Fundación Emilio Barbón a “Proyecto Hombre”, una empresa nacida en la sociedad civil para la prevención y la lucha contra las drogodependencias, sin duda  hubiese emocionado especialmente a nuestro querido Emilio. Porque para él era muy importante procurar la felicidad de sus paisanos, y evitarles todo aquello que pudiese actuar de modo negativo en su salud física o mental.

 

Autoridades, miembros de la Fundación Emilio Barbón, componentes del jurado de este premio, meritorios responsables de “Proyecto Hombre”, con el admirable Luis Manuel Flórez “Floro” a la cabeza de esta aventura:

 

Permitidme que interprete lo que Emilio Barbón pensaría si estuviese ahora mismo entre nosotros. No es arriesgado ni pretencioso imaginarlo. Sin duda se sentiría muy complacido y muy feliz porque, por encima de todo, Emilio fue un gran proyecto y un gran hombre.  Hoy Laviana y Asturias lo recuerdan y hacen que su ejemplo dé su fruto en otros asturianos de coraje como son todas las personas que, desde “Proyecto Hombre”, cada día y con muy poco, hacen mucho por los demás.

 

*Presidente del Principado de Asturias



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