Al rincón de pensar

El rincón de pensar es un espacio en el que poder detenerse, un lugar en el que tomar conciencia de lo que está pasando, un marco en el que conseguir un momento de quietud y soledad para reflexionar y tomar la decisión correcta sobre uno o varios asuntos determinados. En el ámbito escolar se envía al rincón de pensar –normalmente una silla apartada del núcleo de la clase- a los alumnos de Infantil para que mediten sobre una acción mal hecha, la corrijan y, una vez conseguido ese objetivo, se reintegren al grupo y se adapten a las pautas de conducta colectiva, ya sin estridencias.

Pues bien, hoy, sábado, 25 de junio de 2016, todos los españoles mayores de 18 años estamos castigados por imperativo legal y, cual alumnos de Educación Infantil, al rincón de pensar. El legislador mantiene vigente una disposición ridícula, obsoleta y carente de sentido en base a la cual hoy es día de reflexión.

Su origen hay que buscarlo en los albores de la transición. El Real Decreto-Ley 20/1977, sobre normas electorales, fue dictado en virtud de la habilitación que la Ley de Reforma Política otorgaba al Gobierno para regular las primeras elecciones democráticas al objeto de constituir un Congreso de trescientos cincuenta Diputados y elegir doscientos siete Senadores. Este Real Decreto-Ley, en el contenido dedicado a la campaña electoral, establecía que esta debía finalizar a las cero horas del día inmediatamente anterior a las elecciones, institucionalizando con ello la popularmente conocida como «jornada de reflexión».

Su finalidad, en el momento temporal en que fue establecida, era la de evitar enfrentamientos entre los simpatizantes de los distintos partidos políticos horas antes de la cita electoral. El tránsito de la dictadura a la democracia no era fácil, y todas aquellas medidas que contribuyeran a mitigar sus efectos resultaban obligadas. Fue, por tanto, fruto del miedo y no de la razón.

Al día de hoy es un sinsentido, y algún autor ha afirmado, acertadamente, que su mantenimiento es similar a la situación que se produciría si una persona pretendiera acudir a su acto de graduación universitaria vistiendo el traje de primera comunión.

¿Alguien en su sano juicio cree que los ciudadanos dedicamos el día de hoy a reflexionar? ¿Sobre qué habríamos de hacerlo? ¿Sobre el cansancio mental que nos ha producido la campaña electoral trufada de promesas que sabemos a ciencia cierta que serán incumplidas? ¿Piensan los políticos que concedernos un día de reflexión legitima su elección puesto que nadie podrá alegar que su voto fue improvisado? ¿Algún ciudadano medianamente sensato, que no sea politólogo o periodista, ha leído los programas electorales de los partidos y necesita reflexionar sobre quién ofrece mejores alternativas?

Tan ridícula como la jornada de reflexión es la prohibición de publicar encuestas electorales en los cinco días anteriores al de la votación. Se trata de una reminiscencia histórica que quizá tuvo sentido en el momento en que se acordó, pero al día de hoy quedó superada por la realidad. ¿Se pueden poner puertas al campo? ¿De qué sirve mantener vigente esta prohibición cuando cualquier elector puede acceder a través de internet a las encuestas publicadas por los medios de comunicación extranjeros? ¿Somos los ciudadanos pusilánimes, faltos de personalidad, incapacitados mentales como para que el legislador deba aislarnos de los efectos «nocivos» de las encuestas?

Como sentenció el Dalai Lama: «Solo existen dos días al año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto, hoy es el día ideal para amar, creer, hacer y principalmente vivir».

 



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