Investidura: Del pictolín a la cobra

 

 Nuestro sistema parlamentario exige la existencia de dos sujetos, Gobierno y Parlamento, plenamente investidos de sus facultades para que se despliegue toda la eficacia política, institucional y administrativa. El régimen de gobierno parlamentario implica, impulsa y es tributario, en situaciones de interinidad como la que estamos viviendo, de un pronto restablecimiento del equilibrio de poderes, de manera que las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo se puedan desarrollar desde el ejercicio de plenas facultades de uno y otro.

El presumible retraso en la constitución de un nuevo gobierno está afectando al funcionamiento de las instituciones y también a la economía, y a la vista de lo acontecido, no es presumible un final hasta, por lo menos, el mes de septiembre.

Para que ese final sea feliz para el Partido Popular es ineludible cambiar de líder. Rajoy ha sido un buen gobernante, ha sabido encarrilar la situación hacia un futuro de esperanza, el paro ha disminuido, la economía se ha saneado, pero sobre él gravita la pesada losa de la corrupción, contra la que no ha sabido reaccionar y que, a modo de bomba de racimo, explota y seguirá explotando a menos que se haga una depuración en profundidad y se revise el modo de acceder a las listas electorales. No debería bastar ser amigo del que las hace, sino presentar un currículo ético intachable. Y además, renovar. Es hora de que Cospedal, Sánchez-Camacho, Villalobos, Arenas, Posada –y nos detenemos aquí para no hacer la lista interminable- pasen a mejor vida administrativa.

¿Qué mejor homenaje para conmemorar el IV Centenario de la muerte de Cervantes que reflexionar sobre una de sus frases más célebres?: «El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza».

Los ciclos de la vida política los dicta la realidad social, y esa realidad viene marcada por las leyes de la sabiduría universal. Son leyes no escritas, pero que debemos entender y debemos vivir al son que marcan.

Tan de sabios es saber esperar como saber cuándo debemos emprender la retirada. Quedarnos cuando no debemos hacerlo, en lugar de arreglar, empeora las cosas.

Rajoy no parece que sea ajeno a estas reflexiones. Su imagen durante la sesión de investidura, saboreando sus habituales caramelos pictolín, parecía evidenciar que necesitaba endulzar los malos momentos que estaba pasando oyendo al aspirante a presidente hacer repaso a sus fantasmas. Como aficionado al ciclismo, debería saber que cuando se han alcanzado grandes metas, hay que saber retirarse a tiempo y no emular a los ciclistas que destruyen su cuerpo con drogas para intentar obtener un triunfo tardío. La vida es como un partido de tenis, no puedes ganar si no «sirves» bien. Y aquí «servir» es retirarse.

Pedro Sánchez encarna la juventud, el futuro, pero debería saber que haciendo la cobra no se llega muy lejos. Ni se pueden omitir cuestiones relevantes del acuerdo pactado (verbigracia, la desaparición de las diputaciones), ni se puede contentar a todo el mundo reinterpretando lo suscrito. Liderar es arriesgar, pero el riesgo debe ser medido y, en cualquier caso, deben quedar a resguardo los elementos nucleares de nuestra convivencia. Aun así, merece una segunda oportunidad.

Rajoy confunde un régimen presidencialista con un régimen parlamentario. En este último no gobierna el que más votos ha obtenido en las elecciones, sino el que más apoyos concita en el Parlamento.

Rajoy debería ir a vivir a «en teoría» porque «en teoría» todo está bien.

El banquillo de la democracia tiene de nuevo que tomar la palabra y situar a cada uno en el lugar que le corresponde.

 

 

 



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