Clásicos

El término ‘clásico’ suele llevarnos a la definición de lugares comunes. En el devenir de los calendarios y los siglos, los ‘clásicos’, que por lo general nos remontan a los poetas y los escultores griegos o los escritores del siglo de oro, por poner dos claros ejemplos, son hoy otro tipo de percepciones.

 

Un ‘clásico’ puede ser el concierto de Año Nuevo, la fotografía en un periódico de la gran caravana de Semana Santa, tomada en el semáforo del Cantábrico, o lo puede ser también un Martini con aceituna, un sombrero en otoño, el tiempo de los oricios o la menestra de no sé qué restaurante.

 

Y, claro está, el ‘clásico’ de los ‘clásicos’: un Real Madrid--Barcelona, un fenómeno de insólito protagonismo estas semanas. En menos de 20 días, habrá cuatro. La media de audiencia televisiva de estos cruces suele rondar los 400 millones de espectadores en todo el mundo. Multipliquen y ratificarán, una vez más, que el mundo no lo mueve el amor. Otro ‘clásico’.



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