Sí necesitaba algo

Un hombre mayor que vive solo acaba de prepararse un café. Toma asiento en una de las dos sillas situadas a cada lado de la mesa de formica de la cocina. Espera a que se enfríe un poco y queda pensativo. Piensa en la breve visita que su hijo le hizo el día anterior. Hablaron distendidamente. A su hijo le van bien las cosas. Le ha alegrado muchísimo saberlo.

       —“¿Qué tal marcha tu tiendecita de zapatos, papá?

       —“Voy tirando, hijo. Yo necesito poco para vivir.

       —“¿Sabes una cosa, papá?, apenas recuerdo nada de mi infancia.

       —“Yo me acuerdo de muchas cosas —invadido por repentina nostalgia.

       Y el hombre que vive solo le contó a su hijo que de muy niño lo llevaba a la playa. Que iban cogidos de la mano y se sentían estrechamente unidos. Tenían un perro pastor alemán llamado “Max” al que tiraban un palo lejos, iba a recogerlo y lo dejaba caer delante de ellos para que se lo tiraran de nuevo. Un día encontraron un hueso de jamón y para despertar su ilusión y la intriga del misterio, le dijo que era de un dinosaurio. También despertó su interés por la paleontología y le compró un buen libro sobre esta materia. Cuando él cocinaba el almuerzo en la cocina, su hijo jugaba sentado en el suelo con las ollas y cazuelas que tenían en un armario bajo, las cuáles habitualmente colocaba unas encima de las otras en perfecto equilibrio y nunca se caían. Y él acertó sobre la profesión que su hijo ejercería de mayor:

       —“Te dije siempre: Irás a la universidad, estudiaras arquitectura y serás un magnífico arquitecto.

       —“Qué ojo tuviste, papá. Acertaste de pleno —riendo complacido—. Tengo que irme, papá. No te puedes imaginar el muchísimo trabajo que tengo. Más del que quiero.

       —“Eso es bueno. No sabes cuantísimo me alegro por ti. Muchísimas gracias por tu visita. Me hace tan feliz verte, charlar contigo, recordar cosas…

       —“¿Necesitas algo, papá?

       —“No, no, gracias.

       Y su hijo se marchó. Y él le había mentido en la última respuesta que le dio. Sí necesitaba algo. Necesitaba su compañía. La necesitaba desesperadamente. Se sentía tan solo. Pero es ley de vida: criar a los hijos hasta que estos se van de tu lado. También él se marchó, de joven, de la casa de sus padres.

       El hombre que sufre de soledad toma un sorbo de café. Encuentra que le sabe más amargo que otros días.



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