Cuando Dios es lo primero

André Frossard contaba que la primera vez que visitó un monasterio, tuvo la impresión de que todos los monjes eran altos y que tenían los ojos azules. Sólo más tarde, en sucesivas visitas, comprobó que los monjes eran de estatura normal, y que los ojos azules eran más bien claros, tan transparentes, que él, sin darse cuenta, les atribuía el color del cielo.

Pero lo mejor de los religiosos no está en su estatura humana, está en sus vidas. Ellos creen que se puede amar a Dios completamente. Que Dios es el centro, que Dios es lo primero. Que Dios es lo que importa.

A nosotros nos parece una exageración que se consuman unas vidas en el silencio, en la soledad, en la oración. Y pensamos que son unos exagerados, pero somos nosotros los equivocados porque para nosotros Dios no es lo primero, y hacemos compatible el amor a Dios con el amor a nuestros caprichos.

Por eso, para un mundo viejo y pícaro, lleno de prisas y materialista, no hay mejor regalo que este río de espiritualidad y de paz que son los consagrados.



Dejar un comentario

captcha