La sandalia del pecador

El lunes un diputado del parlamento catalán, David Fernández, le enseñó una sandalia al ex presidente de Bankia, Rodrigo Rato, durante su comparecencia ante la comisión de investigación sobre la actuación de las entidades financieras en Cataluña. David Fernández, repito, le mostró una sandalia, pero nada más, no se la arrojó a Rato.
Ayer saltó la polémica sobre el asunto, tanto en medios de comunicación como en las diversas entrevistas efectuadas a distintas personalidades de la vida pública española. Como no era para menos de esperar, las opiniones fueron de lo más variado, y mientras que unos quitaron hierro al incidente otros se dedicaron a echar gasolina al fuego.
Se dice en el ámbito de la caza, para prevenir accidentes con las armas, que hay que tener cuidado "porque hasta del palo de una escoba puede salir un disparo". Algunos, en su ortodoxia interesada parecen querer aplicar este dicho a la subversiva sandalia de David Fernández elevándola a la categoría de un arma peligrosa con la hebilla -no los cañones- apuntando a la cabeza de Rodrigo Rato.
En un país en el que existe un Partido gobernando en mayoría absoluta después de un claro fraude programático electoral; en el que los banqueros más mediáticos siguen dando lecciones de dignidad después de utilizar instrumentos financieros para despojar masivamente a sus clientes; en el que la gran patronal aconseja bajada de salarios a los trabajadores según ellos para ganar competitividad- cada vez que vuelven de visitar uno de sus paraísos fiscales; en el que la privatización de la sanidad y la educación se vende como un gran beneficio para los ciudadanos; en el que, entre otros motivos por la ineptitud de nuestros políticos, hay un 56% de paro entre los jóvenes y se le obliga a decidir entre la emigración o la marginación; en el que..., en un país con estas y mil penosas circunstancias más, no nos podemos permitir condenar a alguien por enseñar una sandalia a un banquero, cuando ellos -banqueros y políticos- nos están pisoteando a diario -ya no con una sandalia- con un enorme y reluciente zapato con tacón.



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