Pepe Velasco, amigu, que la sonrisa te acompañe

Tuve la suerte de conocer a José Velasco, Pepe el del Cantábrico, hace ya décadas, lo que me permitió compartir con él muchas y gratas vivencias, así como la amistad con que obsequiaba por doquier, especialmente cuando sus prójimos y prójimas estaban gachos o tristones. Pepe era un depósito inagotable de buen humor, de cariño y de sensatez. Pero, y llevo unas horas pensando en ello, a los que lo conocían no les voy a descubrir nada, supongo, y a los que no sería largo contárselo.

 

De Pepe, ahora que nos deja, él que no su recuerdo, dejaré aquì escritas dos o tres cosas. La primera que era uno de los ya pocos protagonistas vivos de la generación hostelera que supo pasar del chigre de la posguerra a la próspera e innovadora hostelería cuya expansión alegró el último tercio del siglo XX. Además del Cantábrico, allá quedan empresas como la del Cabo Peñas, revolucionario en su día y que tanto quiso ser emulado posteriormente.

 

La segunda que siendo hablador y comunicativo, era sin embargo capaz de una gran discrección. Nunca olvidaré que, siendo uno de los primeros en conocer el compromiso de los Príncipes de Asturias, por su parentesco con Doña Leticia, ni una palabra salió de sus labios hasta el anuncio oficial, y eso que entre sus amigos había --hay-- una buena camada de periodistas de todas las edades y colores.

 

La tercera, que era un compañero maravilloso para andar por el mundo. Aún recuerdo una vez que me fui de jurado del arroz con leche con él. ¿Acuérdeste, Pepe?

 

Y, por último, sus humoradas. Una de las más sonadas, con la que nos réimos durante años, cuando en un programa televisivo de rango estatal dedicado a los benefactores de los burros, de los plateros, apareció Pepe con un bastón de caña, gafa de sol y un sombreru de paja llendando una manada de burros de todos los tamaños y colores, en una extensa finca, hablando de los jumentos de uno a uno, con sus nombres y manías, tal que hubiese criado a biberón cada uno de los rebuznantes solípedos.

 

Tamaña fue mi sorpresa --y la de otros muchos amigos, me enteré posteriormente-- que dos días después pasé por el Cantábrico a ver a Pepe y le solté: "Pero Pepe, con lo amigu que soy yo de los animales y nunca me dijiste que fueras de la protectora de burros" Y Pepe, haciendo un aparte, confesó: "No tengo ningún burru, pero estaba en la finca de un amigu que los acoge y vinieron de la tele. Como ye muy tímidu y no quería salir...pues salí yo".

 

No sé dónde estarás ahora, amigo Velasco. Pero estoy seguro de que harás otra buena panda de amigos. Los de quí, ya lo sabes, fieles hasta el reencuentro.

 

Un abrazu, Pepe.

 

 

FOTO: Ávila entrega a Pepe Velasco un detalle en el homenaje que le dimos un numeroso grupo de amigos después de su jubilación.

 



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