El buen pastor siempre está cerca

Creer y seguir a Jesucristo, y luego amar al prójimo, podría ser el programa para la mayoría de los cristianos. Y ya está. Pero lo que no parece tan fácil es realizar ese programa. Y es que el problema más importante para realizar hoy ese programa, no está en la relación rebaño-pastor, sino al revés: en la relación pastor-rebaño.

Puede que el Papa Francisco sea el modelo de los pastores de la calle. Porque, de momento, no está removiendo la Iglesia con obras gigantescas, sino con un espíritu pacífico, un estilo cercano, una fe radical en la bondad del hombre, y un modo de vivir la pobreza al estilo del santo de Asís.

Quienes quieren devaluar su figura le presentan como alguien que “parece” un  párroco de pueblo. Pero muchos nos preguntamos, si no será más importante ser un buen párroco, una buena persona, y convertir a la Iglesia en una casa vividera, que todas esas obras grandes que proponen los teorizantes de nuestro tiempo.

Al final, lo que la gente necesita no son precisamente tantos aristócratas del espíritu, tantos ilustrísimos ideólogos de la renovación, tanta “gente importante” del mundo, sino pequeños, dulces pastores que no son dueños de nadie, que sirven a la ovejas, las reúnen, las conocen, las quieren y que acaban dando su vida por ellas.



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