Han pasado 21 años

El 4 de febrero de 1992, siendo medianoche, Caracas se sobresaltó ante los sorprendentes eventos que tenían lugar cerca del Palacio Presidencial de Miraflores, en las instalaciones de la Guardia de Honor Militar y en la residencia de La Casona, lugar de morada de la familia del entonces jefe de Estado, Carlos Andrés Pérez.

 

Igualmente en esa hora los rebeldes alzados  controlaban la ciudad de Maracay, el eje castrense más importante del país, a 150 kilómetros de la zona metropolitana, y  Maracaibo, la capital del estado Zulia, colindante con Colombia y núcleo de la reserva petrolera venezolana.

 

En tal día y fecha el mundo conoció a Hugo Chávez Frías, comandante de Paracaidistas, personaje imbuido en los preceptos de un Simón Bolívar arcaico con pasión paranoica  y febril.

 

Ahora, a 21 años de tal  evento corrosivo, Caracas sigue sobresaltada y el planeta platicando sobre ese  militar que, a razón de  una frase cargada de doble sentido -  “por ahora” - al haber perdido la intentona sediciosa,  ascendió a la Presidencia de la República y al presente es, a recuento de su poder petrolero, adalid emblemático de la izquierda insurgente latinoamericana aunque su organismo se halle en estos momentos  empotrado en una cama de un hospital de La Habana, cuyo gobierno fidelista comparte los objetivos con Venezuela. 

 

El  hombre que perdería ante  los sucesos ocurridos el poder a los pocos meses y el bagaje político de una vida: Carlos Andrés Pérez – dos veces presidente de la nación -, muerto mientras rumiaba sus soledad en un pequeño apartamento de Nueva York y vegetando gracias a la ayuda de un minúsculo grupo de amigos, mantuvo siempre en alto un desprecio firme contra Chávez:

 

 “Tras los años de la amarga hecatombe contra Venezuela que desangró al país y dejó la más terrible división  de su larga  historia, ese militarucho no significa nada, no obstante el acaecimiento fue sumamente grave; un punto de inflexión en la situación política venezolana, cometiendo yo el error de no darle la importancia que tenía, y en lugar de haber tomado medidas severas, nombré a un Consejo Consultivo y me sometí a sus dictados exiguos e insensatos”.

 

Reconoció Carlos Andrés, el  haber tenido un fallo en la seguridad. “De eso no hay la menor duda, un error inmenso. Y lo más embarazoso: el jefe del Ejército sabía algunas cosas de lo que se estaba gestando; el de la Aviación otras, pero no había ninguna coordinación”.

 

- Y la persona menos enterada en ese minuto era usted.

 

- Innegable

 

- Chávez afirmo no tener deseos de ultimarlo.

 

- Absurdo. La decisión era clara: la revolución fracasó, dejó cuantiosa sangre. Con todo,  los soldados alzados y hechos prisioneros fueron tratados  con dignidad.

 

- ¿Fue un error del presidente Rafael Caldera sacar a Hugo Chávez del penal  de Yare e instalarlo en la diatriba política antes de  juzgarlo?

 

- Más que un error, es un hecho incalificable. En Venezuela siempre ha sido tradición hacer uso de la gracia presidencial en sucesos de armas. Se debió juzgar a los insurrectos, condenarlos, y ulteriormente, darles el indulto, aunque hoy Chávez posee presos políticos y no lo hace. Le falta honor e  hidalguía castrense.

 

En este momento los tiempos son otros y la vida de Venezuela equivalente. Hugo llegó al poder con los votos en las urnas; es un portento político, no obstante no gobierna con los votos, sino con las Enfermo, y bajo la mampara de los hermanos Castro, controla los resortes del poder en Caracas. O eso parece.

 

 Lo que cavila el paciente – si  puede - , es una decisión heterogenia.

 

La realidad es una: Chávez no está en Caracas. Firma presuntamente sus decretos en La Habana, sin dejar escuchar su voz estentórea.



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