La mina que se ceba con las mismas familias: el doble golpe a los Soares y el adiós a Óscar Díaz, la nueva generación minera de Cangas

La mina que se ceba con las mismas familias: el doble golpe a los Soares y el adiós a Óscar Díaz, la nueva generación minera de Cangas

 

La mina de Vega de Rengos no solo ha dejado dos muertos. Ha dejado dos vacíos enormes en dos hogares y ha reabierto una herida imposible de imaginar: la de una familia a la que la minería ya le había arrebatado a un hijo y ahora le quita a otro.

Los fallecidos en el derrumbe del viernes son Óscar Díaz Rodríguez, de 32 años, natural de Posada de Rengos (Cangas del Narcea), y Anilson Soares de Brito, de 42, vecino de Caboalles de Arriba, en el municipio leonés de Villablino, de origen caboverdiano. Los dos compartieron galería, turno y destino. La mina se los llevó a los dos, pero a uno de ellos se lo llevaba por segunda vez a la misma familia.

Óscar Díaz: un minero joven que encarnaba el relevo de Cangas

En Posada de Rengos, todo el mundo sabía quién era Óscar Díaz. Hijo de una tierra donde las bocaminas forman parte del paisaje igual que las choperas del Narcea, creció viendo salir y entrar a los mineros, escuchando en casa las conversaciones de interior, aprendiendo pronto que el carbón es pan… pero también riesgo.

Quienes le conocían hablan de él como de un chaval tranquilo, trabajador, muy serio con su oficio. No era de grandes discursos, pero sí de estar cuando hacía falta. En la mina se valoraba su forma de trabajar: ordenado, prudente, con respeto casi reverencial al interior. No era solo un empleo; era una responsabilidad con sus compañeros y con su gente de Cangas.

Con 32 años acumulaba ya una trayectoria notable bajo tierra. Representaba algo muy simbólico para la zona:
la prueba de que aún hay jóvenes que deciden quedarse, aprender el oficio y seguir ligados a la minería cuando muchos ya han tenido que marcharse.

El viernes, Óscar estaba donde había estado tantas otras veces: a kilómetro y medio de la bocamina, en la segunda planta de la explotación, compartiendo labor con otros dos compañeros. El derrumbe lo arrastró a él primero. Su cuerpo fue el primero en ser localizado por la Brigada de Salvamento Minero, en una galería devastada por nueve metros de techo desplomados.

Su despedida se celebra en Posada de Rengos, con el pueblo entero volcado. No es solo el funeral de un vecino; es el adiós a un símbolo silencioso de todo un valle:
un joven que eligió la mina cuando podía haberse ido, y al que la mina ha terminado por cobrarle el precio más alto.

Anilson Soares: de Cabo Verde a Laciana, y una mina que ya le había arrebatado a un hermano

La historia de Anilson Soares de Brito es la historia de miles de familias que un día dejaron todo atrás para buscar futuro en las cuencas mineras de España.

Nacido en Cabo Verde, llegó de joven a la comarca de Laciana siguiendo la senda que ya habían abierto sus mayores. Formaba parte de esa segunda generación de caboverdianos que, desde hace décadas, han hecho del carbón su forma de vida. Allí echó raíces, formó una familia y acabó siendo, para sus vecinos, simplemente “Anis”: el vecino sonriente, cercano, siempre dispuesto a echar una mano.

A sus 42 años, Anilson estaba casado y era padre de dos hijos, de edad escolar. Trabajaba en la mina asturiana de Vega de Rengos, pero su vida cotidiana giraba en torno a Caboalles y Villablino: el cole de los niños, los recados, el bar donde se comentan los turnos y las nóminas.

La tragedia del viernes no era la primera que la minería infligía a su familia.
En 2007, otro accidente minero en una explotación de Laciana se llevó por delante la vida de su hermano Adolfo, de 27 años
Entonces la familia tuvo que aprender a vivir con un vacío que nunca terminó de cerrarse. Aun así, Anilson siguió bajando a la mina: porque de algo había que vivir, porque era el oficio que sabía hacer, porque la nómina del carbón es la que sostuvo a los suyos durante décadas.

Dieciocho años después, la coincidencia es brutal: otro noviembre, otro derrumbe, otra mina, el mismo tipo de llamada que nadie quiere recibir.
La minería ha golpeado dos veces a la misma casa.

En Villablino se han decretado días de luto. El duelo no es solo por un trabajador; es por una familia a la que la mina ha ido diezmando generación a generación, y por toda una comunidade caboverdiana que ve repetirse la historia que sus padres creyeron haber dejado atrás cuando llegaron a León para trabajar, precisamente, en las minas.

La mina que diezma familias: dos historias que resumen medio siglo de sacrificios

La muerte de Óscar y Anilson condensa, en apenas unas horas, medio siglo de historia compartida entre Asturias, León y la inmigración minera.

  • De un lado, el cangués joven que representa a esa generación que se resiste a rendirse y sigue apostando por la minería como forma de vida en el suroccidente asturiano.

  • Del otro, el minero caboverdiano que creció viendo a los suyos bajar a la mina, que perdió a un hermano en una explotación leonesa y que, aun así, siguió confiando en el oficio para dar estabilidad a sus hijos.

Los dos coincidieron en la misma galería, en el mismo turno y en el mismo minuto maldito en que el techo cedió. El derrumbe no solo ha dejado dos víctimas mortales; ha dejado una sensación amarga:
la de que la mina, cuando golpea, lo hace a menudo sobre los mismos apellidos, los mismos pueblos y las mismas familias.

Mientras avanzan los informes técnicos y se discute si el origen del siniestro fue estrictamente geológico o si hubo algo más que se pudo haber previsto, la realidad cruda es otra:
en Posada de Rengos y en Caboalles habrá, a partir de ahora, dos sillas vacías para siempre.

Si quieres, en un siguiente paso te preparo otra versión más corta para pieza lateral (“La mina que se cebó dos veces con los Soares”) o un recuadro con cronología de los dos accidentes familiares para acompañar este perfil.

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