Óscar Díaz, cangués de 32 años, y el caboverdiano Anilson Soares, de 42 y residente en León, murieron a kilómetro y medio de la boca de la mina de Vega de Rengos. El accidente llega con la herida aún abierta por los cinco fallecidos de Cerredo y en plena crisis de la Brigada de Salvamento Minero.
La minería asturiana volvió a ser noticia por la peor de las razones. Dos trabajadores —Óscar Díaz Rodríguez, de 32 años, de Posada de Rengos (Cangas del Narcea), y Anilson Soares de Brito, de 42 años, natural de Cabo Verde y residente en Caboalles de Arriba (León)— fallecieron este viernes tras un derrumbe en el interior de la mina de antracita de Vega de Rengos, explotada por la compañía TYC Narcea.
El accidente se produjo en el nivel -2, a unos 1,5 kilómetros de la entrada, en una zona de rampa que conecta varias galerías. A las 16.58 horas, un operario dio la voz de alarma alertando del hundimiento que había dejado atrapados al menos a dos compañeros. Un tercer minero logró salir por sus propios medios y fue atendido de heridas leves.
Una carrera contrarreloj bajo tierra
El operativo fue inmediato y masivo: Bomberos del SEPA con base en Cangas del Narcea, el Grupo de Rescate con helicóptero medicalizado, Guardia Civil, sanitarios y la Brigada Central de Salvamento Minero, que llegó en helicóptero desde Langreo. Mientras tanto, los propios compañeros ya trabajaban retirando material del hundimiento para tratar de abrir paso.
Hacia las 19.45 horas, los brigadistas localizaron el cuerpo de Óscar Díaz. Estaba ya sin vida. Una médica del SAMU descendió para certificar el fallecimiento antes de comunicarlo oficialmente a la familia, que esperaba con angustia en la entrada de la explotación. El dolor estalló poco después de las ocho de la tarde.
El operativo se volcó entonces en llegar hasta el segundo atrapado, Anilson Soares. Los rescatadores lo encontraron poco después, también fallecido. Pero su evacuación se prolongó durante horas debido a la enorme dificultad de liberar su cuerpo, sepultado entre toneladas de material, y de atravesar una zona inestable y extremadamente peligrosa. Más de treinta personas trabajaron hasta pasadas las 23.30 horas, cuando finalmente pudieron trasladar el cuerpo hacia la boca de la mina.
Una familia marcada por dos tragedias mineras
El fallecimiento de Anilson Soares golpea con especial dureza a la comunidad caboverdiana de Laciana. Su hermano menor, Adolfo, murió también en 2007 en otro derrumbe minero en la explotación de La Escondida, en Caboalles de Arriba. Dos tragedias separadas por 18 años y unidas por la misma fatalidad: el carbón.
En Posada de Rengos, la muerte de Óscar Díaz agrava la sensación de maldición que recorre la zona desde hace meses. “No sé qué le pasa Santa Bárbara con nosotros…”, se escuchaba entre los vecinos que aguardaban noticias. La sensación de déjà vu, de pena acumulada, era palpable anoche en todo el concejo.
Una mina polémica: cerrada, reabierta y ahora en el foco
La mina de Vega de Rengos ha estado en el punto de mira en los últimos meses. Tras la tragedia de Cerredo, donde cinco mineros murieron en marzo en una explotación que presuntamente extraía carbón sin permiso, el Principado decidió suspender cautelarmente la actividad de Vega de Rengos para revisar sus permisos y condiciones de seguridad.
La paralización provocó protestas de la plantilla, sindicatos y empresarios, que acusaron al Gobierno autonómico de castigar injustamente una mina “modélica”. La empresa activó un ERTE y la tensión se disparó en el Suroccidente. En junio, tras varias inspecciones, el Principado levantó la suspensión argumentando que todo estaba en regla y que la mina podía reanudar su actividad de extracción.
Vega de Rengos había pasado una inspección de seguridad apenas 24 horas antes del accidente.
La Brigada de Salvamento, en pleno conflicto laboral
La tragedia estalla también en el momento más delicado para la Brigada Central de Salvamento Minero, cuyos 19 integrantes presentaron recientemente una renuncia colectiva por el impago de miles de horas extraordinarias, la falta de relevo generacional y unas condiciones de trabajo que consideran insostenibles.
Pese al conflicto, volvieron a hacer lo que llevan más de un siglo haciendo: ponerse el casco, entrar bajo tierra y jugarse la vida. Su actuación ha vuelto a ser alabada públicamente, mientras crece el debate político sobre la necesidad de garantizar el futuro del servicio, considerado esencial para una región llena de galerías activas y abandonadas.
Cerredo sigue sangrando: otro golpe para el Suroccidente
El nuevo derrumbe en Vega de Rengos llega con la herida de Cerredo aún abierta. Allí, cinco mineros murieron en marzo en una explosión cuyas investigaciones apuntan a que se estaba extrayendo carbón sin permiso en una empresa sin autorización para ese nivel de actividad. Aquel caso abrió un terremoto político y una revisión profunda sobre el control administrativo de la actividad minera.
Ahora, con dos nuevas muertes, la presión sobre la Administración regional, las empresas y las direcciones facultativas vuelve a intensificarse. Los sindicatos piden “luz y taquígrafos”: quieren saber si el derrumbe fue un fallo inevitable en una mina subterránea o un error técnico evitable.
Reacciones: dolor, prudencia y muchas preguntas
“Es una desgracia muy grande”, declaró anoche Juan Antonio Fernández Coaña, responsable de TYC Narcea, visiblemente afectado. Insistió en que la explotación tenía todos los permisos en regla y que la empresa había cumplido con las revisiones exigidas.
El presidente del Principado, Adrián Barbón, siguió el operativo en todo momento y trasladó su pésame a las familias. Está prevista una investigación exhaustiva desde primera hora, en coordinación con la Inspección de Trabajo y el juzgado de guardia.
Los sindicatos reclaman esclarecer si el siniestro se debió a un fenómeno imprevisible o si hubo fallos en la planificación de las labores subterráneas. En Cangas del Narcea y en Laciana, donde la mina es a la vez sustento y amenaza, el ambiente es de duelo, cansancio y muchas preguntas sin responder.
Dos cuencas unidas por el carbón y ahora por el duelo
Caboalles y Rengos, separados por un puerto, vuelven a encontrarse en el peor escenario: velando a dos trabajadores que compartían oficio y destino. En Posada de Rengos, los vecinos recordaban a Óscar como “un chaval trabajador, siempre dispuesto”. En Laciana, la comunidad caboverdiana revive un golpe que lleva demasiado tiempo repitiéndose.
Asturias vuelve a mirarse al espejo de su historia minera, una historia que mezcla orgullo, identidad y peligro. Y se pregunta, una vez más, cuántas vidas más puede costar mantener vivo un sector que nunca ha dejado de ser letal.
