La noticia golpeó primero como un rumor increíble: Encarnita Polo ha muerto en una residencia de mayores de Ávila. Unas horas después, el dato que convierte la tristeza en espanto: la Policía investiga su fallecimiento como un homicidio por estrangulamiento presuntamente cometido por otro residente.
No hablamos de una anciana anónima. Hablamos de la mujer que puso banda sonora a medio país con “Paco, Paco, Paco”, de una figura clave del flamenco-pop español de los años 60 y 70. Y hablamos, también, de algo que inquieta cada vez más a muchas familias: ¿qué está pasando dentro de las residencias?, ¿hasta qué punto son espacios seguros cuando se mezclan fragilidad, trastornos mentales y falta de personal?
Qué se sabe del caso: una muerte violenta en la Residencia Decanos
Encarnación Polo Oliva, Encarnita Polo, de 86 años, falleció en la Residencia Decanos de Ávila en la madrugada del viernes 14 de noviembre.
La hipótesis principal que maneja la Policía Nacional es clara: muerte por estrangulamiento en su propia habitación, mientras dormía, y a manos de otro residente del centro, un hombre con problemas de salud mental.
Los primeros titulares hablaron de un octogenario. Pero las informaciones más recientes, contrastadas con la Subdelegación del Gobierno, apuntan a un varón de 66 años, que se encuentra bajo custodia policial en una unidad de psiquiatría de un centro hospitalario, a la espera de evolución y de informes periciales que determinen su imputabilidad.
La Brigada Provincial de Policía Judicial analiza:
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Las grabaciones de las cámaras de seguridad del centro.
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Los movimientos internos en la residencia durante esa noche.
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Los partes médicos y la historia clínica del presunto agresor.
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Las declaraciones del personal y de otros residentes.
La autopsia deberá confirmar de forma definitiva la causa de la muerte, pero todos los medios coinciden en el mismo patrón: asfixia por estrangulamiento, sin arma, en un entorno teóricamente controlado y de alta vulnerabilidad.
El agresor: recién llegado, en módulo de demencia y bajo custodia psiquiátrica
Los detalles que van saliendo añaden inquietud al caso. Según la información que han difundido distintos medios:
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El presunto agresor ingresó en la residencia apenas un día y medio antes del suceso.
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Estaba asignado a un módulo de demencia / perfil cognitivo alterado, con un nivel de vigilancia superior al resto del centro.
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Ambos, él y Encarnita, compartían módulo, aunque la dirección asegura que no existía relación previa ni conflictos conocidos entre ellos.
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Tras el suceso, el hombre fue trasladado a una unidad de psiquiatría bajo custodia policial, donde permanece.
La residencia ha emitido un comunicado defendiendo que el módulo donde se encontraban tiene control reforzado y acceso restringido mediante clave, y que se siguieron los protocolos establecidos. Pero el simple hecho de que alguien con un trastorno mental grave haya podido acceder de noche a la habitación de otra residente y acabar con su vida deja muchas preguntas abiertas.
La artista que convirtió “Paco, Paco, Paco” en un himno
El impacto del caso se multiplica porque no hablamos solo de una residente, sino de una figura histórica de la cultura popular española.
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Nació en Sevilla en 1939 y se crió en una familia humilde; su padre, confitero, murió cuando ella tenía 12 años.
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Muy joven se trasladó a Barcelona y empezó a cantar en radios, fiestas y salas, hasta abrirse camino en la televisión de los 60.
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Trabajó en Italia, compartiendo proyectos con figuras como Domenico Modugno, y se movió entre la copla, el bolero y la canción ligera.
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Su gran viraje llegó al apostar por una fusión entre flamenco y pop, de la mano del compositor argentino Adolfo Waitzman, con quien se casó y tuvo una hija.
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De esa etapa salieron canciones como “Pepa Bandera”, pero sobre todo “Paco, Paco, Paco”, que se convirtió en su seña de identidad, un tema festivo, pegadizo y adelantado a su tiempo.
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Décadas después, en 2009, la canción resucitó como fenómeno viral gracias a un vídeo de internet que sincronizaba su voz con imágenes de Beyoncé. El país redescubrió a Encarnita y el tema volvió a las listas.
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En 2013, el programa “Tu cara me suena” la convirtió de nuevo en trending topic cuando Llum Barrera la imitó con un “Paco, Paco, Paco” que arrasó.
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En lo personal, sufrió el golpe de las preferentes de Bankia, donde perdió buena parte de sus ahorros, y libró una dura batalla contra el cáncer. En sus últimos años vivía más retirada, entre recuerdos y apariciones puntuales.
La mujer que durante décadas hizo bailar a España ha muerto sola en una habitación de residencia, en circunstancias violentas, y rodeada de un misterio que ahora trata de despejar la Policía.
Residencias bajo sospecha: violencia, fragilidad y falta de manos
El caso Encarnita Polo no se produce en el vacío. Llega después de años de alarma creciente sobre lo que pasa dentro de muchas residencias:
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Informes internacionales llevan tiempo advirtiendo de que hasta un tercio de las personas mayores en residencias ha sufrido algún tipo de abuso o maltrato (físico, psicológico, negligencia, abuso económico) en el último año.
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En España, estudios recientes del ámbito social y sanitario apuntan a que cerca de 1 de cada 6 mayores ha sufrido algún tipo de maltrato, ya sea en su domicilio o en centros residenciales.
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Revisiones científicas sobre la salud de las personas mayores institucionalizadas coinciden en dos factores que se repiten: personal insuficiente y falta de formación específica para manejar trastornos cognitivos, conductas agresivas y crisis psiquiátricas.
A esto se suma un dato incómodo: durante años, la violencia en residencias se ha contemplado casi como un “riesgo inherente al trabajo”. Golpes, empujones, insultos, episodios de descontrol… muchos se silencian bajo la etiqueta de “cosas que pasan” cuando se trabaja con demencias avanzadas.
Pero lo de Encarnita ya no es un empujón ni un grito.
Es una muerte por estrangulamiento en un lugar que se vende como espacio seguro.
Residencias: del refugio al “territorio zombi”
Lo que te inquieta —y lo que empieza a inquietar a muchas familias— es esta sensación: las residencias se llenan, el personal no crece al mismo ritmo y el control real sobre lo que ocurre detrás de las puertas es cada vez más frágil.
Pasillos largos, habitaciones cerradas, módulos de demencia donde conviven personas muy vulnerables con otras que pueden entrar en crisis, noches con menos personal, ritmos de trabajo imposibles… La imagen idílica de “hogar adaptado” choca de frente con la realidad:
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Plantillas que denuncian sobrecarga y turnos imposibles.
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Familias que solo ven una parte del día y desconfían del resto.
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Mayores que no siempre pueden contar lo que pasa, o que no son creídos cuando lo hacen.
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Un sistema que reacciona mejor a la caída de una cadera que a la fractura de un alma.
Llamarlo “territorio zombi” puede sonar brutal, pero refleja un miedo muy real: espacios donde hay vida, pero donde demasiadas personas están aparcadas, medicadas, desorientadas, caminando por pasillos interminables sin nadie que tenga tiempo real de sentarse a hablar con ellas.
En ese caldo de cultivo, un episodio extremo como el de Encarnita Polo no es solo un crimen aislado: es una alarma a todo volumen.
¿Qué nos dice, de verdad, la muerte de Encarnita Polo?
Más allá del impacto mediático, la muerte violenta de Encarnita Polo en una residencia nos deja varias preguntas incómodas:
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¿Estamos ingresando a personas con trastornos mentales graves en centros que no tienen medios suficientes para controlar su conducta?
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¿Qué protocolos reales existen para vigilar módulos de demencia o psiquiatría de noche?
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¿Cuántos episodios de violencia entre residentes no trascienden porque “no hay muertos”?
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¿Puede una residencia seguir llamándose “lugar seguro” si no hay ratio suficiente de personal para ver y prevenir lo que ocurre puerta a puerta?
La investigación policial aclarará qué pasó exactamente esa noche en Ávila: cómo entró el presunto agresor en la habitación, cuánto tardó en ser descubierto, qué falló.
Pero lo que ya está claro es otra cosa: la sensación de seguridad en las residencias españolas ha saltado por los aires.
Si una mujer conocida, con nombre y apellido, puede morir estrangulada en su cama sin que nadie lo advierta a tiempo, ¿qué está pasando con el resto de residentes anónimos?
Una muerte que no puede quedarse solo en un duelo
Encarnita Polo será recordada por “Paco, Paco, Paco”, por sus trajes, por su energía en el escenario, por aquel resurgir inesperado gracias a un vídeo viral. Pero su última imagen pública no debería ser solo la de una artista que se apaga entre paredes blancas.
Su muerte puede y debe convertirse en algo más incómodo y más necesario: un antes y un después en cómo miramos las residencias de mayores.
Porque detrás de cada puerta hay una historia, un cuerpo frágil y una mente que a veces no puede defenderse ni verbalizar el miedo.
Y porque si no somos capaces de garantizar seguridad, dignidad y cuidado en el lugar donde mucha gente acabará sus días, el problema no es solo de las residencias.
Es de todos.
