Villaviciosa reúne a la “Asturias repartida por el mundo”: 40 centros asturianos se miran a los ojos y se preguntan cómo seguir conectados… y cómo volver

Villaviciosa reúne a la “Asturias repartida por el mundo”: 40 centros asturianos se miran a los ojos y se preguntan cómo seguir conectados… y cómo volver

En Villaviciosa, estos días, suena un rumor distinto. No son gaitas —que también—, sino acentos. Porteños, habaneros, suizos, madrileños. Todos diciendo lo mismo, aunque con melodías diferentes: “Asturias, lo que nos une”.

El Teatro Riera acoge el IV Congreso Mundial de Asturianía, una cita que no se celebraba desde hace casi veinte años y que ha devuelto al corazón de Asturias a la otra Asturias, la que vive fuera. Representantes de cuarenta centros y casas asturianas repartidas por España y medio mundo —de Buenos Aires a Bruselas, de La Habana a Montevideo— han llenado de emoción las butacas de Villaviciosa, convertida por unos días en la capital sentimental de la diáspora.

La Asturias que cabe en una maleta

En la inauguración, el presidente del Principado, Adrián Barbón, lanzó una frase que resonó como un grito de identidad:

“Somos una comunidad pequeña en extensión, pero inabarcable si lo que se mide es el orgullo de pertenencia”.

Y tenía razón. Más de 180.000 personas nacidas en Asturias viven fuera de la comunidad. Y si contamos a sus descendientes, la cifra se multiplica. En total, cientos de miles de asturianos de segunda y tercera generación que conservan, con una fidelidad casi milagrosa, el amor por una tierra que quizá solo han visto en verano.

El congreso, que se celebra del 7 al 9 de noviembre, ha reunido a quienes mantienen encendida esa llama. Delegados llegados de América, Europa y de toda España se sientan estos días a debatir, a compartir historias y a recordar que el vínculo con Asturias no se mide en kilómetros, sino en emoción.

Los centros asturianos: embajadas con gaita y corazón

Ningún otro pueblo pequeño tiene una red tan amplia ni tan viva de centros regionales repartidos por el mundo. Hay casas de Asturias en Buenos Aires, en La Habana, en Bruselas, en México, en Nueva York… Todas con un nexo común: son refugio, comunidad y altavoz de lo que significa ser asturiano lejos del Naranco y del Cantábrico.

En estos centros se baila la danza prima, se brinda con sidra, se enseña a los nietos de emigrantes lo que es una madreña y se comparte la nostalgia como quien comparte un pedazo de pan. Pero, además, están cambiando: ahora también son nodos digitales, conectados por redes sociales, grupos de WhatsApp y videollamadas que cruzan océanos. La asturianía, en 2025, ya no solo se celebra en una espicha: se comparte en tiempo real, desde Avilés hasta Montevideo.

Barbón lo dijo sin rodeos: “Sois nuestras embajadas en el mundo”. Y lo son. Porque sin los centros asturianos, la memoria colectiva se disolvería como el orbayu.

Un congreso para transformar la nostalgia en futuro

Más allá de la emoción, el Congreso Mundial de Asturianía es también una cita política, con objetivos concretos. El Gobierno del Principado ha puesto el foco en el retorno de quienes un día se marcharon. No solo como estrategia demográfica, sino como reparación emocional.

El Plan RetornAs, una iniciativa integral para acompañar a emigrantes y descendientes en su vuelta, ya está dando resultados: Asturias registra balances migratorios positivos en la mayoría de sus concejos y ha alcanzado cifras récord de retorno. Las oficinas creadas para orientar a quienes desean regresar ofrecen ayuda para encontrar trabajo, vivienda o apoyo escolar. Y la idea empieza a calar: volver a Asturias ya no suena a sueño imposible.

Villaviciosa, el lugar elegido para esta cita, simboliza ese cambio. El concejo tiene hoy más población que hace diez y veinte años, un pequeño milagro en una región que lucha contra la despoblación. Es, en palabras del presidente, un ejemplo de “cómo atraer talento, recuperar habitantes y construir futuro”.

Voces, acentos y esperanza

En el Teatro Riera no solo se escuchan discursos. Se escuchan historias. La de la nieta de un emigrante de Cangas que hoy preside la Casa de Asturias en Santiago de Chile. La de un joven nacido en Bruselas que acaba de pedir información para instalarse en Oviedo. La de quienes, a pesar de los años y la distancia, no han dejado de sentirse de aquí.

El congreso es también una celebración de la diversidad: gaitas que suenan junto a bandoneones, acentos que se mezclan sin perder su identidad. Asturias se redescubre en su pluralidad, en sus múltiples rostros repartidos por el planeta.

Entre las ponencias más esperadas figura la del sociólogo Alejandro Portes, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, que aborda las migraciones como motor de desarrollo. También habrá debates sobre empleo, cultura, juventud y tecnología, además de actuaciones musicales y un cierre de lujo con Hevia y un diálogo entre Maruja Torres y Edu Galán.

Lo que está en juego

Este congreso no es un acto simbólico: es una declaración de intenciones. Representa la vuelta del mundo asturiano a su origen. Sirve para reconectar con la historia y para proyectarla hacia el futuro.

Los centros asturianos no quieren ser un recuerdo romántico de la emigración. Quieren ser parte activa del desarrollo regional, colaborar en proyectos culturales, económicos y educativos. Y el Gobierno lo sabe: por eso, Barbón anunció que en 2026 se celebrará un nuevo Congreso de Asturianía, y que cada centro podrá enviar tres delegados en lugar de dos, ampliando la voz de la diáspora.

En medio de tanto sentimiento, hubo también espacio para el recuerdo. El presidente dedicó el acto a Antonio Trevín, recientemente fallecido, ejemplo del compromiso institucional con la memoria emigrante. Y celebró el Premio Cervantes otorgado al escritor mexicano Gonzalo Celorio, nieto de un emigrante asturiano del pueblo llanisco de Vibañu: un símbolo de lo que Asturias ha sembrado en el mundo.

Asturias mira al mundo… y el mundo vuelve a mirar a Asturias

Lo que ocurre estos días en Villaviciosa es más que un congreso. Es una reunión de familia, una conversación entre quienes se fueron y quienes se quedaron. Un espejo donde la Asturias del siglo XXI se reconoce en su gente.

Porque ser asturiano hoy ya no depende solo de dónde has nacido, sino de hasta qué punto sigues vinculado a una forma de entender la vida: con trabajo, con orgullo, con un sentido profundo de comunidad.

Y cuando todas esas voces —de México, de Cuba, de Suiza, de Madrid— se juntan en un mismo teatro, el mensaje es claro: Asturias sigue viva, dentro y fuera.

El Congreso Mundial de Asturianía lo está demostrando estos días en Villaviciosa: hay tierra suficiente para todos los que quieran volver… y corazón de sobra para los que nunca se fueron del todo.

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