Un análisis de los datos oficiales revela un desequilibrio flagrante en el empleo público del Principado: más del 65 % del personal es femenino. Esta brecha, que se acentúa en sanidad y educación, es una de las más altas de España, pero no genera debate político ni planes de igualdad para corregirla.
El debate público sobre la igualdad y la brecha de género se ha instalado con fuerza en la sociedad española. Ocupa horas de tertulia, directrices políticas y costosos planes de igualdad en el sector privado para corregir la infrarrepresentación femenina en puestos directivos o sectores técnicos. Sin embargo, un silencio espeso envuelve la realidad estadística del mayor empleador de España: la administración pública.
En Asturias, este fenómeno no es solo una tendencia: es un desequilibrio estructural de enormes dimensiones. Los datos del Boletín Estadístico del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas son incontestables. De los aproximadamente 75.000 empleados públicos que sostienen los servicios de la comunidad, más del 65 % son mujeres.
El desequilibrio en cifras: casi dos de cada tres empleados públicos asturianos son mujeres
La cifra (65,1 % según el último boletín detallado) supera la ya de por sí elevada media nacional (57,8 %) y sitúa al Principado entre las comunidades con mayor brecha de género a favor de las mujeres en su sector público.
Este porcentaje no es una leve desviación. Es una brecha de más de 30 puntos porcentuales. Traducido: por cada hombre empleado en la administración regional, hay casi dos mujeres. Se trata de una desproporción que, de producirse a la inversa en cualquier gran sector privado, habría activado todas las alarmas políticas y mediáticas.
Pero en la administración pública asturiana, esta mayoría femenina abrumadora se ha normalizado hasta el punto de la invisibilidad. No existen debates parlamentarios sobre cómo atraer talento masculino a estos puestos, ni se diseñan planes de igualdad que busquen reequilibrar unas plantillas donde los hombres son una clara minoría.
Sanidad y educación, los motores del desequilibrio
Esta brecha no se distribuye de forma homogénea. Se cimienta en los dos pilares fundamentales del estado del bienestar, que son, a su vez, las principales fuentes de empleo público de la región.
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Sanidad (SESPA): El Servicio de Salud del Principado de Asturias es el ejemplo más extremo. La presencia femenina en el personal sanitario es simplemente aplastante, situándose cerca del 80 % del total.
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Educación: En la enseñanza pública no universitaria (colegios e institutos), el panorama es muy similar. El personal docente femenino supera holgadamente el 70 % del total.
La consecuencia directa es que la sanidad y la formación de las nuevas generaciones, dos de los servicios más influyentes en la sociedad, están gestionados y ejecutados casi en su totalidad por un solo género.
Las únicas áreas donde la presencia masculina resiste son las vinculadas tradicionalmente a la fuerza, como los cuerpos de Policía Local o el personal de infraestructuras y mantenimiento, sectores que, en el cómputo global del empleo público, son minoritarios.
Un patrón nacional que se acentúa en el Principado
La situación asturiana es un reflejo intensificado de lo que ocurre en toda España. A nivel nacional, la administración pública emplea a 3,5 millones de personas, de las cuales casi 2,1 millones son mujeres.
La historia se repite: la sanidad nacional supera el 75 % de personal femenino y la educación el 72 %. La administración es, de facto, un sector feminizado.
Mientras tanto, el foco político sigue puesto en la brecha de las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), donde las mujeres son minoría (aunque su presencia crece año tras año), o en los consejos del IBEX-35.
El debate sesgado: las brechas que no se cuentan
Expertos en sociología del trabajo señalan que las brechas de género son, por definición, bidireccionales y que los estereotipos laborales perjudican a ambos sexos.
Se ignora sistemáticamente que los hombres son la minoría absoluta en sectores tan cruciales como el cuidado de la salud o la educación. Al mismo tiempo, los hombres lideran de forma abrumadora otras brechas de género con consecuencias dramáticas:
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Siniestralidad laboral: Más del 90 % de los accidentes mortales en el trabajo los sufren hombres, sobrerrepresentados en sectores de riesgo físico (construcción, transporte, industria).
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Fracaso escolar: La tasa de abandono escolar temprano es significativamente más alta en los chicos que en las chicas.
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Población reclusa: Más del 92 % de las personas en prisión en España son hombres.
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Exclusión social severa: El perfil demográfico más común de las personas sin hogar es un hombre de mediana edad.
La flagrante realidad numérica de la administración asturiana demuestra que el debate sobre la igualdad está, como mínimo, sesgado. Si el objetivo final es la paridad real, esta debe buscarse en todas direcciones, tanto para romper los "techos de cristal" en el sector privado como para corregir las abrumadoras mayorías de género, en este caso femeninas, en el sector público.
