Recetas de una abuela asturiana: Sopa de calma con pan de la concordia (la receta que Balbina dedicaría al Premio Nobel de la Paz)

Recetas de una abuela asturiana: Sopa de calma con pan de la concordia (la receta que Balbina dedicaría al Premio Nobel de la Paz)

Ay, cielinos míos, hoy salí yo del paso viendo la tele y ya me entró el runrún. Decían los del telediario que mañana se sabrá quién gana el Premio Nobel de la Paz, y yo, que soy muy de pensar mientras remuevo el pote, me quedé rumiando:
—“¿Y yo, si tuviera que facer una receta pa la paz, qué sería?”

Porque claro, la paz ye como la masa del pan: si la trates con prisas, se te corta; si la amases con cariño, sube y se vuelve tierna. Así que me dije: “voy facer una sopa que destile calma, una que se pueda comer sin discutir, y que deje a to’l mundo en silencio... pero de gusto”.

Y ahí, entre cucharón y cucharón, me salió esta joyina: “sopa de calma con pan de la concordia”, que no cura los males del mundo, pero oye, igual ayuda más que ciertos discursos de políticos con peluquín naranja.

Ingredientes (pa cuatro personas con buen corazón)

  • 1 litro de caldo suave de verdura, sin artificios ni estridencias, que pa la paz no hace falta ruido.

  • 2 zanahorias (pa darle dulzura, que el mundo anda falta de ella).

  • 1 puerro y 1 cebolla (pa que todo tenga fundamento, que sin base, nada se aguanta).

  • Un chorrín de aceite de oliva virgen extra, que ye como el respeto: si se usa con medida, mejora to.

  • 1 diente de ajo, que da carácter pero sin imponer.

  • 2 rebanadas de pan del día anterior, que aquí nada se tira y to se aprovecha, como les segundes oportunidades.

  • Unas hojinas de perejil fresco, que ye lo más pacífico que hay en un huertu.

  • Y sal... la justa, que los excesos nunca traen armonía.

Preparación paso a paso

  1. Corta les verduras bien finines, como quien mide las palabras antes de hablar.

  2. En una potina, pon un poco de aceite y sofríe el ajo, la cebolla y el puerru con calma, sin apuros, que la prisa ye la madre del disgusto.

  3. Añade la zanahoria y deja que todo se abrace unos minutos, que la paz ye eso: dejar que los sabores se conozcan.

  4. Echa’l caldo y deja que hierva despacín, como cuando dos que discutieron se sientan a tomar café y se les pasa el enfado.

  5. Mientras tanto, tuesta el pan, que quede crujiente pero sin pasase, que la frontera entre el carácter y el quemao ye muy delgada.

  6. Sirve la sopa, pon encima el pan tostadín, espolvorea perejil y, si quieres, un hilín d’aceite.

Y ya está. Una sopa humilde pero de paz duradera. Se come despacio, en silencio y con buena compañía.
Como decía mi güelu: “El que come despacio y escucha, dos veces cena.”

Yo no sé quién ganará mañana el Nobel de la Paz, pero que sea quien sea, que se gane’l pan, no la foto.

Y, por favor... ¡que no sea Donald Trump! Que con lo que grita y lo que manda, fijo que se me corta la sopa. ¡Ese home a mí se me indigesta solo de verlo!

En fin, cielinos, comed esta sopina, que calma los nervios, templa el alma y, si se acompaña de una sonrisa, ya vale más que un tratado internacional.

Hasta la próxima, mis guajes del mundo, que yo sigo aquí, con mi delantal y mi cucharón, inventando recetas pa que haya menos ruido y más paz.

 

—Vuestra Balbina, que dice que ya le saludan por la calle y que hasta los de la carnicería la llaman “la influencer del pote”.

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