Después de casi dos años de guerra, destrucción y miles de muertos, una propuesta de paz impulsada por la Casa Blanca ha abierto una rendija de esperanza en Oriente Próximo. Se trata del llamado “plan Trump para Gaza”, un documento con 20 puntos que busca detener los combates, liberar a todos los rehenes, organizar la reconstrucción del enclave y abrir, más adelante, un proceso político hacia una solución estable.
Lo sorprendente —y lo que le da fuerza— es que tanto Israel como Hamas han mostrado disposición a aceptarlo, cada uno a su manera.
Un plan para detener la guerra y empezar de nuevo
El plan plantea, en primer lugar, un alto el fuego inmediato y la liberación de todos los rehenes a cambio de la puesta en libertad de miles de presos palestinos en cárceles israelíes.
A partir de ahí, propone una retirada gradual del ejército israelí (IDF) de Gaza, una entrada masiva de ayuda humanitaria —más de 600 camiones diarios— y la creación de una administración civil provisional bajo tutela internacional.
La idea es sencilla en su planteamiento, pero compleja en la práctica:
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Parar la guerra.
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Liberar a rehenes y presos.
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Llevar ayuda y reconstruir.
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Formar un gobierno provisional sin Hamas.
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Preparar el terreno para un futuro Estado palestino.
Qué propone exactamente el plan
Los 20 puntos se articulan en torno a cinco ejes fundamentales:
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Alto el fuego total y compromiso de ambas partes de no reanudar ataques.
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Intercambio humanitario inmediato: todos los rehenes israelíes por presos palestinos.
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Reparto de ayuda humanitaria a través de Naciones Unidas, el Creciente Rojo y ONG independientes.
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Creación de un gobierno interino de tecnócratas palestinos, supervisado por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos, con apoyo de Egipto, Qatar y países europeos.
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Prohibición del control político o militar de Hamas, pero con una amnistía para sus miembros que renuncien a la violencia o decidan abandonar el territorio.
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Reconstrucción y desarme: se permitiría la entrada de maquinaria para retirar escombros y desmantelar túneles y arsenales.
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Presencia temporal de una fuerza internacional encargada de entrenar a una policía local y garantizar la seguridad en la transición.
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Camino político condicionado: si el plan se cumple y la seguridad se mantiene, se abriría una vía hacia un Estado palestino reconocido, sujeto a reformas en la Autoridad Nacional Palestina.
Por qué Israel lo ve con buenos ojos
Para Israel, el plan tiene ventajas estratégicas y políticas:
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Permite recuperar a los rehenes sin tener que seguir negociando caso por caso.
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Reduce el desgaste militar y económico tras casi dos años de ofensiva continua.
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Garantiza la seguridad al contemplar el desmantelamiento de la infraestructura armada de Hamas y la presencia de una fuerza internacional.
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Recupera apoyo internacional y allana el camino para nuevas alianzas con países árabes moderados.
Sin embargo, el plan divide al Gobierno israelí: el primer ministro Benjamin Netanyahu lo ve como una salida viable, pero sus socios de extrema derecha lo consideran una cesión inaceptable por incluir la posibilidad de un futuro Estado palestino. Para salvar la votación, Netanyahu podría apoyarse en la oposición de centro.
Por qué Hamas dice que también puede aceptarlo
En el lado palestino, Hamas ha mostrado un sí parcial, que más que entusiasmo es una jugada táctica.
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Logra un canje masivo de presos por rehenes, una de sus principales metas.
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Consigue una retirada militar israelí, aunque sea progresiva.
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Obtiene garantías de ayuda y reconstrucción, vitales para una población exhausta y empobrecida.
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Y, sobre todo, no se le exige una rendición inmediata, sino una renuncia formal a la violencia.
A cambio, Hamas debería dejar el poder en Gaza, algo que sigue siendo su mayor línea roja. El movimiento islamista teme ser desplazado por completo por una administración civil bajo tutela internacional.
Qué está pasando ahora mismo
Mientras tanto, las bombas siguen cayendo.
El conflicto continúa, aunque las negociaciones indirectas avanzan en El Cairo, con mediación de Egipto, Qatar y Estados Unidos.
La prioridad inmediata es cerrar el alto el fuego y el intercambio de rehenes, considerado el primer paso del plan.
Donald Trump ha pedido públicamente a Israel que detenga los bombardeos durante las conversaciones, al tiempo que advierte a Hamas de una “respuesta devastadora” si se rompe la tregua antes de firmarse.
Fuentes diplomáticas apuntan a que el acuerdo podría firmarse en cuestión de días si se resuelven tres puntos clave:
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El mecanismo de desarme y su supervisión.
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El papel de Hamas tras la tregua.
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Quién administrará Gaza hasta las elecciones.
¿Y después qué?
Si el alto el fuego se consolida, el siguiente paso sería la reconstrucción: carreteras, hospitales, redes eléctricas, agua, escuelas…
La financiación provendría de un fondo internacional con aportaciones de EE. UU., la Unión Europea, Egipto, Arabia Saudí y Qatar.
La fuerza internacional temporal se encargaría de garantizar la seguridad y entrenar a las fuerzas policiales palestinas, mientras se forma un gobierno civil independiente de Hamas.
A medio plazo, el objetivo político sería que la Autoridad Palestina reformada —la actual estructura de gobierno en Cisjordania— recupere el control de Gaza y se convoquen elecciones libres.
El reconocimiento de un Estado palestino se deja para una segunda fase, condicionada a la paz y a la estabilidad.
¿Hay realmente esperanza?
La respuesta más honesta es: sí, pero frágil.
Israel y Hamas aceptan lo suficiente para sentarse a hablar, pero sus visiones de la paz siguen enfrentadas.
Aun así, es la primera vez desde el inicio de la guerra que ambas partes aceptan un marco común de negociación y que Washington, El Cairo y Doha empujan en la misma dirección.
El plan Trump no garantiza la paz, pero marca un camino posible:
– Parar la guerra.
– Salvar vidas.
– Reconstruir Gaza.
– Devolver a los rehenes.
– Abrir una puerta política que parecía cerrada.
Por primera vez en mucho tiempo, la palabra “acuerdo” ha vuelto a sonar en boca de israelíes y palestinos. Y aunque el ruido de las bombas todavía lo tapa todo, la diplomacia intenta que la próxima batalla sea la de la reconstrucción, no la de la destrucción.