La Guardia Civil detiene a un ganadero tras descubrir una explotación con siete vacas muertas y trece moribundas en Villarrasa. Todas las reses supervivientes tuvieron que ser sacrificadas. El caso sacude al concejo y pone el foco en los controles veterinarios del Principado.
El hedor fue el primer aviso.
Un caminante que pasaba por Villarrasa, una pequeña aldea del concejo de Castropol, detuvo su paso al percibir un olor fétido, espeso, que salía de una nave ganadera medio derruida. Lo que encontró al asomarse lo dejaría helado: siete vacas muertas, en avanzado estado de descomposición, y otras trece animales aún vivos, pero famélicos, apenas capaces de sostenerse en pie.
Su llamada anónima al Seprona de la Guardia Civil destapó una de las escenas más espeluznantes que se recuerdan en el occidente asturiano.
Una escena dantesca
Según el informe veterinario del Principado de Asturias, al que ha tenido acceso este medio, las vacas llevaban al menos dos meses muertas dentro de la nave. Sus cuerpos, hinchados y cubiertos de insectos, convivían con otros trece animales que agonizaban sin agua ni alimento suficiente. Las reses, de raza frisona y asturiana, presentaban síntomas de extrema delgadez, heridas abiertas y signos de autolamido compulsivo, indicativo de estrés prolongado.
El veterinario desplazado a la explotación decretó que las 13 vacas supervivientes debían ser sacrificadas inmediatamente, al considerar que su estado era “incompatible con la vida y el sufrimiento evitable”.
Los cadáveres fueron retirados por una empresa especializada y trasladados a una planta de destrucción animal en Serín.
El ganadero, detenido por maltrato y abandono animal
El propietario de la granja, un ganadero de mediana edad con años de actividad en el concejo, fue detenido el pasado jueves por efectivos del Seprona. Está acusado de un delito de abandono y maltrato animal con resultado de muerte, tipificado en el artículo 340 bis del Código Penal, que contempla penas de hasta dos años de prisión y la inhabilitación para ejercer actividades con animales.
Fuentes del instituto armado confirman que el hombre fue detenido “tras recibir el informe veterinario y comprobar la magnitud del abandono”. Las diligencias se han remitido ya al Tribunal de Instancia de Castropol y a la Fiscalía de Medio Ambiente, que deberá determinar si existen agravantes por prolongación del sufrimiento o reincidencia.
El acusado quedó en libertad provisional a la espera de que se fije fecha para su declaración judicial.
El pueblo, en shock: “No representa al sector”
En Castropol nadie recuerda un caso parecido.
“Es una situación realmente lamentable e inapropiada”, declaró el alcalde, Francisco Javier Vinjoy, quien confirmó que el detenido llevaba años dedicado a la ganadería en el concejo.
Vinjoy quiso dejar claro que se trata de un “episodio aislado”, subrayando que “las ganaderías de Castropol se distinguen por su buen trabajo y por la calidad de sus productos”.
“Lo ocurrido no puede empañar la imagen de todo un sector que cumple escrupulosamente con las normas sanitarias”, añadió el regidor, que también avanzó que el Ayuntamiento colaborará con el Principado en la limpieza y clausura definitiva de la explotación.
El marco penal: una ley más dura contra el maltrato animal
Desde la reforma del Código Penal de 2023, el abandono o maltrato con resultado de muerte puede conllevar penas de entre seis y veinticuatro meses de prisión y la inhabilitación de uno a cinco años para tener o trabajar con animales.
El Tribunal Supremo ya ha dictado sentencias de referencia, como la condena a un granjero por dejar morir de hambre a 170 ocas, lo que sentó precedente al equiparar la falta de alimento y atención con violencia activa.
En el caso de Castropol, el Seprona y los servicios veterinarios del Principado valoran si hubo abandono prolongado o una omisión deliberada del deber de cuidado. “No se trata de un accidente ni de un despiste, sino de una situación mantenida en el tiempo”, explica una fuente judicial.
La Fiscalía de Medio Ambiente decidirá si pide prisión, sanción económica e inhabilitación profesional, lo que impediría al acusado volver a explotar ganado durante años.
Las vacas del silencio
La intervención en Villarrasa ha tenido un coste elevado.
Según fuentes del Principado, la retirada y destrucción de los cadáveres ha supuesto más de 4.000 euros, a los que se sumarán los gastos de desinfección y descontaminación del terreno.
La nave ha quedado precintada y el censo ganadero del propietario, anulado temporalmente. En paralelo, se ha abierto un expediente sancionador por vía administrativa, independiente del proceso penal.
Vecinos de la zona describen la finca como “abandonada desde hace meses”. “No se veía movimiento, ni camiones de pienso ni luz en la nave”, relata un residente. Otro asegura que “a veces se oían mugidos largos y tristes”, pero pensaban que el ganadero las tenía encerradas por alguna razón sanitaria.
El lado oscuro del campo
Aunque el alcalde insiste en que se trata de un caso aislado, el suceso de Villarrasa ha reavivado el debate sobre los controles veterinarios y la soledad rural.
En el occidente asturiano hay decenas de pequeñas explotaciones familiares, muchas al borde del cierre, con ganaderos mayores y recursos escasos. Los veterinarios del Principado reconocen que las inspecciones no siempre llegan a tiempo y que los casos de abandono “suelen detectarse cuando ya es demasiado tarde”.
Fuentes del sector recuerdan que en 2021 hubo otra investigación en Tineo, donde se hallaron reses sin registrar y signos de desnutrición. “No es un patrón extendido, pero demuestra que el sistema de alertas debería ser más ágil”, apunta un técnico de la Consejería de Medio Rural.
Una herida abierta
El caso de Castropol no solo conmociona, también interpela.
El olor que un vecino percibió fue el último aviso de una tragedia silenciosa: vacas agonizando junto a los cuerpos en descomposición de sus compañeras.
Una postal insoportable en una tierra que presume de cuidar lo suyo, de amar el campo y sus animales.
La justicia deberá decidir si hubo negligencia, abandono o enfermedad mental detrás de este horror. Mientras tanto, los prados de Villarrasa han quedado vacíos.
Solo el silencio y el recuerdo de aquellas reses muertas recuerdan lo que ocurre cuando el descuido se convierte en crueldad.