Duro Felguera, una de las empresas históricas de Asturias, ultima un movimiento que marcará un antes y un después en su trayectoria: la venta de su sede central en el Parque Científico y Tecnológico de Gijón y el traslado de sus oficinas corporativas a Langreo, concretamente al complejo empresarial de Valnalón, en La Felguera.
La operación aún no está cerrada, pero está en fase final. De confirmarse, supondría un retorno cargado de simbolismo al lugar donde Pedro Duro fundó la compañía en 1858 y donde se mantuvo durante más de un siglo. La decisión, sin embargo, ha generado malestar entre parte de la plantilla, que denuncia haber conocido los planes a posteriori y exige a la presidencia explicaciones y alternativas para mantener la sede en Gijón.
El peso de la historia: de La Felguera a Gijón y vuelta
La compañía trasladó sus oficinas a Gijón en 2009, con un edificio moderno en el Parque Tecnológico que llegó a ser emblema de la diversificación de Duro Felguera hacia la ingeniería internacional. Ahora, en pleno proceso de ajuste, el regreso a Langreo representa tanto una necesidad económica como un gesto de arraigo industrial en el corazón de las Cuencas, en un espacio que recupera parte de sus antiguas instalaciones siderúrgicas.
En una primera fase, la compañía ocuparía oficinas en régimen de alquiler en Valnalón, mientras se definen los siguientes pasos de la reorganización. Para los sindicatos, se trata de un cambio que refleja la situación límite de la empresa, pero también un mensaje cargado de memoria obrera y territorial.
El ajuste laboral en marcha
El traslado se suma a otras medidas ya adoptadas para ganar liquidez y reducir costes. Entre ellas destaca el expediente de regulación de empleo que afecta a 180 trabajadores, acordado con mayoría sindical. El plan prevé aplicar salidas escalonadas hasta junio de 2026; a día de hoy ya se han materializado alrededor de 85 despidos, la mitad del total.
El comité denuncia la incertidumbre que rodea cada movimiento de la compañía y reclama que el “gesto simbólico” del regreso a La Felguera no se traduzca en más precariedad o deslocalización de funciones clave.
La dimensión económica: vender para sobrevivir
El traslado de sede no es solo una cuestión simbólica. Forma parte de un plan de desinversiones con el que la compañía busca evitar el concurso de acreedores y convencer al juzgado de que todavía puede salir a flote.
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Venta de la sede de Gijón: en el mercado desde hace años, se negocia por un precio estimado inferior a 15 millones de euros.
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El Tallerón: ya vendido a Indra por 3,65 millones.
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Área de Servicios Industriales: en negociación para su traspaso a otras compañías, con Serveo como uno de los candidatos.
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Filial de sistemas: también en cartera de desinversiones.
Un reloj en cuenta atrás
La empresa se encuentra en preconcurso de acreedores, con una tercera prórroga hasta el 30 de septiembre concedida por el Juzgado de lo Mercantil número 3 de Gijón. El tribunal ha dejado claro que ese tiempo extra solo se justifica con avances reales en el plan de reestructuración.
La hoja de ruta incluye tres pilares: nuevas aportaciones de capital de sus accionistas principales (los grupos mexicanos Prodi y Mota-Engil), avales adicionales de la banca y el citado paquete de ventas de activos.
Entre la supervivencia y la identidad
El futuro inmediato de Duro Felguera se juega a contrarreloj: necesita liquidez urgente para evitar el concurso, pero al mismo tiempo busca no perder del todo su identidad histórica. El regreso a La Felguera apunta en esa dirección, devolviendo a la empresa a sus orígenes en pleno valle del Nalón, aunque la decisión responde sobre todo a la presión económica.
En los próximos días, si se confirma la venta de la sede gijonesa, se habrá dado el paso más simbólico y también más duro de la reestructuración: decir adiós a Gijón para volver al corazón industrial de Asturias, donde nació hace 167 años.