Un incendio presuntamente intencionado estalló en las inmediaciones de la piscina municipal de San Antolín de Ibias y desató el pánico entre medio centenar de bañistas, obligando a evacuar a 41 vecinos de seis pueblos. Helicópteros, humo, explosiones y olor a gasolina se mezclaron en una jornada que pudo terminar en tragedia.
El verano roto en un grito de auxilio
“Papá, hay fuego, ¡hay fuego!”. Eran las 18:11 de la tarde del martes cuando Iván Fernández recibió la llamada de su hijo Nel, de 11 años, que disfrutaba de la piscina municipal con sus amigos. En segundos, la voz infantil se convirtió en eco del miedo que se apoderaba del suroccidente asturiano: un fuego había aparecido junto al área recreativa y avanzaba con una rapidez endiablada.
El humo comenzó a cubrirlo todo. Los bañistas pasaron del chapoteo al pánico. “Al principio era un conato en la entrada, pero en segundos la humareda ya no dejaba ver nada”, relató Laura García Quintana, responsable del recinto. Niños corriendo, padres gritando, ancianos buscando salida… La escena, que debería haber sido un final de tarde de verano tranquilo, se transformó en una pesadilla.
Una explosión, gasolina y la sombra de la intencionalidad
Los testimonios coinciden: hubo un ruido seco, una especie de explosión, y después, el olor inconfundible de la gasolina. Horas más tarde, fuentes de la investigación confirmarían lo que todos sospechaban: no era un accidente.
La delegada del Gobierno, Adriana Lastra, fue aún más clara: “No hay ninguna actividad que justifique un fuego en ese lugar. La investigación está abierta y apunta a intencionalidad”. La Guardia Civil trabaja sobre el terreno recogiendo pruebas.
El héroe inesperado de la piscina
Entre los gritos y la confusión, el socorrista Pedro Hipólito Fernández mantuvo la calma. Con apenas segundos para decidir, coordinó la evacuación improvisada. “Vi el humo, luego oí los gritos y empecé a sacar a la gente de la forma más segura posible. Algunos conducían sin control, no sé ni cómo no hubo atropellos”, relató más tarde.
Iván, el padre de Nel, llegó cuando las llamas ya devoraban la ladera junto al complejo. “El viento lo empujaba hacia dentro y había mucha gente. La única salida era cruzar el camino pegados a las llamas. Fue angustioso”.
Pueblos enteros desalojados
Lo que comenzó en la piscina se extendió al concejo. Los pueblos de Piñeres, Villamayor, Villarcebollín y Centenales tuvieron que ser desalojados. En total, 41 vecinos dejaron sus casas a toda prisa, algunos por carretera, otros en helicóptero, porque el humo se hizo intransitable.
“En Oviedo no son conscientes de la que se puede liar aquí”, clamó la alcaldesa de Ibias, Gemma Álvarez, que acompañó a los equipos de emergencias en las primeras horas. “El humo lo inundaba todo, la sensación de peligro era constante y la gente tuvo mucho miedo”.
Helicópteros contra un monstruo de humo
El cielo de San Antolín se llenó del rugido de las aspas. Hasta ocho medios aéreos trabajaron a destajo: helicópteros de Bomberos de Asturias, brigadas forestales, la UME, voluntarios franceses y un hidroavión del Ministerio para la Transición Ecológica. En tierra, las brigadas forestales de Tineo y Cantabria, más cuadrillas de empresas privadas, luchaban palmo a palmo contra las llamas.
contaba un vecino de San Antolín.
Las imágenes eran dantescas: un helicóptero sobrevolando la ladera más próxima al núcleo urbano, arrojando agua sobre un fuego que parecía multiplicarse en cada ráfaga de viento.
El monte que arde como yesca
“Está todo lleno de maleza, el monte está abandonado y prende muy fácilmente”, denunciaba Mario Ruitiña, vecino de la zona. Y no le faltaba razón. Asturias lleva quince días de incendios encadenados, con focos en Cangas del Narcea, Degaña y Somiedo. El viento sur y las altas temperaturas han hecho el resto.
El miedo colectivo
En los bares de San Antolín, la conversación fue monotema. “Tenemos muy reciente lo que pasó en León este verano y cuando ves el fuego cerca lo miras con espanto”, decía Tatiana Marcos, testigo directa del inicio en la piscina.
Vecinos como Víctor Rodríguez destacaban, sin embargo, la unión: “Desde el primer momento hubo coordinación entre medios y vecinos. Todos remamos a una porque aquí el fuego no perdona”.
La política entra en escena
La magnitud del incendio llevó al propio presidente del Principado, Adrián Barbón, a señalarlo como un “acto gravísimo” y a confirmar la hipótesis de intencionalidad. “Había niños en la piscina cuando comenzó el fuego. No podemos mirar a otro lado. Todo apunta a que fue provocado”.
La delegada del Gobierno, Adriana Lastra, insistió en que no hay “ninguna explicación natural” para el inicio del fuego en esa zona concreta. La Guardia Civil mantiene activa la investigación.
La lluvia, aliada inesperada
Cuando parecía que el infierno no se detendría, al caer la tarde las nubes descargaron su agua sobre Ibias. La lluvia, esquiva durante dos semanas, se convirtió en la aliada que los bomberos llevaban implorando.
El agente forestal jubilado José Manuel Rúa lo resumió con calma: “El martes vivimos horas muy difíciles, pero parece que a partir de ahora las condiciones meteorológicas serán más favorables”.
Balance provisional
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Seis incendios activos en Asturias al cierre de la jornada.
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Cuatro de ellos en Ibias, Degaña, Genestoso y Somiedo.
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Dos estabilizados en Cabrales y Tineo.
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Cerca de 379 hectáreas afectadas en Ibias.
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41 vecinos desalojados.
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Ninguna vivienda dañada de momento.
Una tierra herida
Ibias y todo el suroccidente asturiano vuelven a contar las horas del fuego. El recuerdo del martes quedará como una jornada marcada por la angustia, pero también por la solidaridad y la lucha colectiva. El monte arde, la sospecha de la mano del hombre pesa como plomo, y la lluvia ha llegado para ofrecer un respiro.
Pero la herida está abierta: Asturias arde y todos saben que pudo ser peor.