Degaña, Cangas del Narcea, Ibias y Somiedo arden justo donde sobreviven los últimos 70 ejemplares de la especie en el Principado
Los montes de Degaña, Cangas del Narcea, Ibias y Somiedo han vuelto a ser pasto de las llamas en la ola de incendios que azota el Suroccidente asturiano. Un desastre que va mucho más allá de las pérdidas materiales: los expertos advierten de que podría ser la puntilla para el urogallo cantábrico, el ave más emblemática y amenazada de estas montañas.
Según el censo oficial del Ministerio para la Transición Ecológica (junio de 2025), en toda la Cordillera apenas quedaban 209 ejemplares, de los cuales solo un tercio (unos 70) resistía en Asturias, concentrados precisamente en los concejos ahora calcinados. “Si estas zonas arden, no queda nada. Es el final”, lamenta un investigador que lleva dos décadas siguiendo a la especie.
Un éxodo forzado por el fuego
Las llamas han obligado a los últimos urogallos a dispersarse en busca de refugio, un movimiento que los especialistas consideran letal. Al romperse la cohesión de los pequeños grupos que quedaban, la densidad poblacional cae en picado, dificultando tanto la reproducción como la supervivencia. “Unos pocos ejemplares aislados no forman población, forman fantasmas condenados a desaparecer”, explica el profesor Rolando Rodríguez, de la Universidad de Exeter.
La situación es todavía más crítica porque el hábitat ya estaba reducido al mínimo histórico: de los 30.000 km² de montaña que ocupaban antes del siglo XX, se bajó a un tercio en los años 70, y hoy apenas superan los 1.000 km². Asturias, que era uno de los bastiones de la especie, puede quedar convertida en un territorio vacío para el urogallo tras esta oleada de incendios.
La polémica de la “limpieza” de montes
Mientras los gobiernos regionales defienden las limpiezas forestales como fórmula para prevenir nuevos fuegos, los investigadores lo ven como un suicidio ecológico. “Lo que llaman limpiar es, en realidad, suprimir el hábitat del urogallo. Si destruimos las pocas manchas de bosque que quedan sin quemar, les damos la puntilla”, denuncia Rodríguez.
La llamada “mejora de hábitat”, con clareos, rozas y apertura de pistas, es también puesta en entredicho por científicos del CSIC y de varias universidades, que recuerdan que no hay estudios que avalen su eficacia tras 20 años de aplicación. “No se está haciendo nada que favorezca al urogallo, todo lo contrario”, afirman.
Un futuro sin horizonte
La caída del urogallo no es nueva: en el último medio siglo ha desaparecido el 90% de la población en la Cordillera Cantábrica. Pero lo que sí es nuevo es la coincidencia entre un censo que ya hablaba de mínimos históricos y unos incendios que han golpeado de lleno en su último bastión asturiano.
En paralelo, el Gobierno central aprobó este mismo año una estrategia nacional que obliga a priorizar a la especie en cualquier plan de prevención de incendios. Una norma que, a la vista de lo ocurrido en Degaña y Somiedo, llega tarde para Asturias.
“Nos quedamos sin tiempo”, concluye Rodríguez. “Si el urogallo desaparece de Asturias, desaparecerá de toda la Cordillera. Y será el fracaso más sonoro de la conservación en España”.