Gonzalo Suárez: El alquimista ovetense del cine que será Goya de Honor 2026

Gonzalo Suárez: El alquimista ovetense del cine que será Goya de Honor 2026

"Inventar el cine fue mi destino... y llegué a donde no iba". A sus 91 años, el director nacido en Oviedo recibirá en Barcelona el máximo reconocimiento del cine español. Su vida y su obra son una aventura sin mapas, un viaje entre géneros, palabras e imágenes que dejó huella en la historia de la cultura española.

 

El niño que nació en Oviedo en 1934, que soñaba con mundos que no existían y que los escribía con tinta y con luz, será reconocido en 2026 con el Goya de Honor. Gonzalo Suárez, figura inclasificable del cine español, recibirá en Barcelona —la ciudad donde todo empezó— el galardón que consagra una carrera inimitable, tejida entre la literatura y el celuloide, entre el periodismo y la imaginación desbordada.

La Junta Directiva de la Academia del Cine lo ha decidido por unanimidad: “Su filmografía es sorprendente. Ha experimentado con todos los géneros y desde todas las actitudes. Es un hombre clave en la cultura española de los últimos sesenta años”. No es un elogio exagerado: es apenas una manera de intentar atrapar la estela de un creador que nunca quiso seguir caminos marcados. “Me gustaría volver a decir ‘acción’ y ‘corten’. El cine es acción, es captura del tiempo”, ha confesado.

Y vaya si lo capturó.

 

Inventar desde la duda, narrar desde la libertad

Gonzalo Suárez no hizo carrera: hizo camino. Estudió Filosofía y Letras, fue periodista deportivo (firmaba como Martín Girard), dirigió sus primeras películas a mediados de los años sesenta en la efervescente Barcelona de la Escuela de Barcelona, y desde entonces se dedicó a una sola cosa: no parecerse a nadie.

Desde Ditirambo (1969), su primer largometraje, hasta Oviedo Express (2007), Suárez ha escrito y filmado obras que se resisten a la etiqueta. Remando al viento (1988), con Hugh Grant como Lord Byron, le valió el Goya a la Mejor Dirección y la Concha de Plata en San Sebastián. Epílogo ganó el Premio de la Juventud en Cannes. El detective y la muerte, Parranda, La Regenta, El portero, La reina anónima o Mi nombre es sombra son títulos que no repiten fórmulas, sino que revelan búsquedas.

“Tratar de inventar el cine” —así definió su empeño—. Y cuando no filmaba, escribía: más de una docena de novelas, ensayos, crónicas, entrevistas. Su reciente libro El caso de las cabezas cortadas y la reedición de La suela de mis zapatos son muestra de que la curiosidad no le ha abandonado.

 

Actores, acentos y atmósferas inolvidables

Dirigió a casi todos: de Charo López a Maribel Verdú, de Francisco Rabal a Javier Bardem, de José Sacristán a Carmen Maura, de María de Medeiros a Donald Pleasence. Y siempre con la premisa de encontrar algo verdadero. “Me he llevado bien con todos los intérpretes. Y eso que nunca paré hasta conseguir lo que buscaba”, explica.

Dejó su sello en televisión con la serie Los pazos de Ulloa, y ha experimentado en formatos cortos como Alas de tiniebla y El sueño de Malinche, donde la animación pictórica y la poesía audiovisual se abrazan.

 

Premios, sí. Pero también una posición única

Además del Goya de Dirección y el próximo Goya de Honor, Suárez ha recibido el Premio Nacional de Cinematografía (1991), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Premio Luis Buñuel, y ha sido condecorado con la Orden de Alfonso X el Sabio y como Caballero de las Artes y las Letras en Francia.

Pero su mayor distinción es otra: no haber pertenecido nunca del todo. Su cine no obedeció a productoras ni a modas. Sus historias, a menudo fuera de tiempo, anticiparon temas y formas que hoy siguen vigentes: la identidad líquida, la mezcla de realidad y sueño, la ironía contra el poder, la reflexión sobre la memoria.

 

Barcelona, Oviedo y el mar

“El tiempo ha sido siempre la gran incógnita. Un flash que es la vida entera”, dijo hace poco. Quizá por eso rodó siempre con una melancolía de fondo, incluso en sus sátiras más feroces. Barcelona fue su primera patria artística. Allí comenzó como periodista, publicó sus primeros relatos, hizo sus primeras películas. Por eso, el Goya de Honor será entregado allí. “Me sentí muy acogido. Tengo un recuerdo extraordinario de esa ciudad”, cuenta.

Pero su raíz está en Oviedo. Y no solo porque allí naciera, sino porque Asturias recorre su obra como una bruma persistente. Oviedo Express, su comedia amarga de 2007, fue su carta de amor torcida y brillante a su ciudad natal. Su cine es también montaña y niebla, humor y fatalismo.

 

A los 91 años, sigue mirando hacia adelante

Mientras otros cineastas eligen retirarse del foco, Gonzalo Suárez sigue publicando libros y dando entrevistas con la vitalidad de quien nunca dejó de ser joven en su imaginación. “Si volviera a empezar, haría lo mismo”, ha dicho.

Y aunque reconoce que el cine ha cambiado, y que “hoy está más en manos de las plataformas”, echa de menos a productores como Emiliano Piedra, que “ponían el alma en las películas”.

El 91 cumpleaños le llega acompañado de uno de los mayores reconocimientos que se pueden recibir en el cine español. “No tengo discurso pensado”, asegura. “Prefiero conectarme con la situación y decir lo que siento”. Así ha vivido y creado siempre: desde lo que siente.

 

Gonzalo Suárez: un ovetense que hizo del cine una expedición sin brújula, y de la cultura española, un lugar más audaz y más libre.

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