Ciudades al rojo vivo: ni una sola capital del norte tiene refugios climáticos

Ciudades al rojo vivo: ni una sola capital del norte tiene refugios climáticos

Más de 1.800 muertes por calor en lo que va de verano y ni un solo refugio climático en Asturias. Greenpeace denuncia la inacción de los ayuntamientos del norte mientras las temperaturas extremas golpean más fuerte cada año.

 

Cuando el sol cae a plomo sobre la plaza de la Catedral de Oviedo, no hay sombra que aguante. Un grupo de turistas se abanica como puede junto a un escaparate cerrado. A unos metros, en un banco de piedra abrasado, dos ancianas con bastón intentan descansar tras hacer la compra. “Cuando pega fuerte, aquí no hay dónde meterse”, dice una de ellas, sin esperar respuesta.

Ese “no hay dónde” no es una exageración. Lo confirma Greenpeace en su último informe: ni Oviedo, ni Gijón, ni ninguna otra capital asturiana tiene habilitada una red de refugios climáticos para proteger a la población de las olas de calor. Y no es un caso aislado: siete comunidades autónomas están en la misma situación, entre ellas Galicia, Cantabria, Extremadura y Castilla-La Mancha.

Pero lo de Asturias duele especialmente. Porque es una tierra que hasta hace poco presumía de frescor. “Aquí nunca hizo falta aire acondicionado”, se decía. Pero la realidad ha cambiado, y rápido. En lo que va de julio, Oviedo ha superado los 33 grados en más de ocho días, algo inédito hace apenas una década. En junio ya estuvo varios días en alerta roja sanitaria por calor extremo, y aún queda mucho verano.

Refugios que no existen

Los refugios climáticos son espacios públicos acondicionados donde la gente puede resguardarse del calor: centros culturales, bibliotecas, centros sociales, parques bien diseñados con sombra, fuentes y bancos. No es ciencia espacial. Pero en Oviedo no hay ni uno. Literalmente: cero.

“Las olas de calor ya no son una excepción. Son parte del verano. No podemos seguir improvisando cada vez que llega una alerta roja”, advierte Elvira Jiménez Navarro, responsable de la campaña de adaptación urbana al cambio climático de Greenpeace. “Los refugios climáticos no son una moda, son una medida de salud pública”.

Según la organización ecologista, solo 16 de las 52 capitales de provincia españolas cuentan con una red mínima de estos espacios, y ninguna cumple todos los criterios necesarios: gratuidad, cercanía, accesibilidad, horarios amplios, zonas de descanso y fuentes de agua.

En cambio, hay ciudades que sí avanzan: Barcelona tiene 401 refugios, Bilbao 131, San Sebastián 89, y hasta Málaga cuenta con 93. Madrid, con más de tres millones de habitantes, apenas ofrece 31, muchos de ellos cerrados en fines de semana o verano.

El calor como multiplicador de desigualdades

Los efectos del calor extremo no son iguales para todos. Las personas mayores, los bebés, los enfermos crónicos, las mujeres embarazadas o quienes viven solos son los más expuestos. Pero también lo son quienes no tienen aire acondicionado, viven en viviendas mal aisladas o en barrios con poco verde y mucho asfalto. En otras palabras: el calor pega más fuerte a quien menos tiene.

En Asturias, una de las regiones más envejecidas de Europa, el riesgo se multiplica. Según datos de MACE, en los últimos tres años han fallecido cerca de 10.000 personas en España por causas atribuibles al calor extremo, y este verano ya se superan las 1.800 muertes.

Y mientras tanto, ningún plan de adaptación urbana aprobado en el Principado. Ninguna red de refugios. Ninguna campaña de señalización o información pública en barrios vulnerables. “No hay regulación, ni exigencias mínimas, ni coordinación. Cada ciudad hace lo que puede, y muchas no hacen nada”, lamenta Jiménez.

Las excusas, al sol

¿Y qué dicen los ayuntamientos? Silencio, en muchos casos. En otros, respuestas ambiguas. “Tenemos espacios frescos, como bibliotecas o centros de día”, dicen algunos responsables municipales. Pero eso no basta. Un refugio debe estar claramente identificado, abierto en las horas de mayor calor y contar con condiciones reales de confort y descanso.

Greenpeace ha detectado incluso casos en los que se ofrecen como refugios piscinas de pago, cafeterías o centros comerciales. En Logroño, se incluyeron bares públicos. En Donosti, centros donde es obligatorio consumir. En Madrid, museos con entrada. ¿Qué sentido tiene hablar de protección climática si no se puede acceder sin dinero?

Asturias: ¿y ahora qué?

En otras regiones, los refugios climáticos están integrados en planes más amplios de adaptación urbana: rediseño de plazas, ampliación de zonas verdes, fomento de cubiertas vegetales, campañas informativas y atención social directa. Aquí, ni el primer paso.

Desde Greenpeace reclaman tres medidas urgentes:

  1. Un plan climático ambicioso, con compromiso político real y financiación.

  2. Transformación del espacio urbano, con soluciones basadas en la naturaleza.

  3. Red de refugios climáticos funcionales, gratuitos y bien distribuidos.

Mientras tanto, en Oviedo, se sigue improvisando con toldos, persianas bajadas y un abanico. La ciudad que se enorgullecía de su frescura se ha quedado atrás en la lucha contra el calor. Y el termómetro, como siempre, no espera a nadie.

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