La fuerza del mar estuvo a punto de cobrarse tres vidas en una playa sin vigilancia. Dos jóvenes actuaron sin dudar, transformando una tragedia inminente en un final esperanzador.
La jornada estaba dando sus últimos coletazos cuando la playa de Xivares, envuelta en viento racheado y una marea inquieta, se convirtió en el escenario de un suceso que rozó la tragedia. Tres niños, apenas adolescentes, fueron arrastrados mar adentro por una de esas resacas silenciosas y feroces que el Cantábrico reserva para los incautos y los desprevenidos. No había socorristas ya en la zona. Tampoco tiempo para la espera. Solo quedaba actuar.
A pocos metros de la orilla, dos surfistas se disponían a entrar al agua cuando vieron el revuelo. En cuestión de segundos, sin pedir instrucciones ni medir riesgos, tomaron sus tablas y se lanzaron en dirección a donde las olas parecían tragar al grupo de menores. Mientras la corriente empujaba hacia la derecha, hacia una zona traicionera sin rompiente ni fondo seguro, ellos avanzaban decididos a contracorriente. Lo que sucedió después fue una lección de valentía y humanidad.
Ambos alcanzaron a los jóvenes y los subieron a sus tablas, manteniéndolos a flote mientras regresaban, con esfuerzo, hacia la orilla. No fue una tarea sencilla: el mar no perdonaba errores. Pero la experiencia, la serenidad y la determinación lograron imponerse a la fuerza de las aguas. En menos de cinco minutos, los tres niños estaban de vuelta en la arena. Vivos.
Durante breves instantes, el miedo se apoderó de quienes observaban desde la playa. Alguien creyó que faltaba un cuarto niño. Los surfistas, ya exhaustos, volvieron al mar una segunda vez. No encontraron a nadie más. Minutos después llegaba el helicóptero de salvamento, seguido por una lancha, la Guardia Civil, la Policía Local y los servicios sanitarios. Afortunadamente, no fue necesaria su intervención.
Este suceso se produjo fuera del horario habitual de vigilancia. La playa de Xivares, aunque frecuentada y conocida, puede convertirse en una trampa natural en días de viento del nordeste. La marea, combinada con las corrientes laterales, crea zonas en las que no hay fondo seguro y en las que el cuerpo humano queda a merced del mar.
El lunes, no hubo luto. Hubo suerte. Hubo coraje. Y sobre todo, hubo vida. La actuación de estos dos jóvenes, anónimos y silenciosos, evitó una tragedia que habría marcado para siempre a familias, vecinos y a toda Asturias.
Los surfistas regresaron discretamente a su rincón de la playa, sin esperar aplausos ni reconocimientos. Pero lo que hicieron queda grabado en la memoria colectiva: cuando el mar quiso llevarse tres vidas, ellos se interpusieron. Y ganaron.