Durante diez días, la villa se convierte en hogar de pueblos hermanos y epicentro de la cultura celta, con premios, música, emociones y una firme defensa de las raíces asturianas
Avilés ha vuelto a vestirse de gala, gaita y memoria para dar la bienvenida a la 28.ª edición del Festival Intercélticu d’Avilés, uno de los eventos culturales más queridos y simbólicos del verano asturiano. En el acto inaugural, el presidente del Principado, Adrián Barbón, ha proclamado que esta cita “ya forma parte del alma de la ciudad” y que, más allá de su contenido artístico, representa “una expresión viva de identidad, respeto y diversidad”.
Bajo un cielo que alternó sol y brisas suaves, y con la plaza abarrotada de asistentes llegados de toda Asturias y de tierras celtas hermanas, el Festival arrancó con emoción contenida y orgullo desbordado. Barbón apeló a la memoria común, a las raíces compartidas y al espíritu de hermandad que define a este evento. “En un mundo que cambia rápidamente, festivales como este nos recuerdan la importancia de preservar nuestras tradiciones, pero también de innovar y adaptarnos para que esa herencia siga viva”, afirmó.
El presidente defendió la función del festival como un espejo donde mirar el pasado sin nostalgia, pero también como una brújula para el futuro. “Aquí la historia no es solo un ayer lejano, sino una fuerza que nos impulsa a entender quiénes somos y hacia dónde queremos caminar”, señaló.
Durante la ceremonia se entregaron los Premios Gausón, que reconocen la labor de instituciones y personas comprometidas con la difusión de la cultura celta. En esta segunda edición, fueron galardonados el prestigioso Festival Interceltique de Lorient, representado por su director Jean Philippe Mauras, y el exconcejal de Cultura de Avilés Juan José Fernández, por su papel clave en los inicios del festival avilesino.
Barbón recordó con emoción su visita a Lorient en 2022, cuando acompañó a 25 bandas y artistas asturianos en una muestra de orgullo y visibilidad internacional. “Ver ondear nuestra bandera por el mundo es uno de los momentos que guardaré siempre en mi memoria”, confesó.
En su discurso, el jefe del Ejecutivo autonómico aprovechó también para reafirmar el apoyo del Gobierno de Asturias al festival y a la protección del patrimonio cultural. Mencionó el reciente reconocimiento de la cultura sidrera asturiana como patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco, así como las iniciativas en marcha para declarar la danza tradicional asturiana, la xota, la gaita, les mazcaraes d’iviernu y el teatro costumbrista como Bienes de Interés Cultural.
Sin evitar el plano político, Barbón lamentó “el portazo de la derecha a la oficialidad del asturiano y del eo-naviego”, aunque celebró que, por primera vez, “la mayoría de la Junta General haya respaldado la máxima protección para nuestras lenguas”. Un mensaje que fue recibido con aplausos por parte del público y representantes del ámbito cultural presentes en la plaza.
Antes de despedirse, Barbón quiso dar las gracias a todas las personas que hacen posible esta celebración: “A los organizadores, a los artistas, a los voluntarios y al público. Sin vosotros, esto no tendría sentido. Celebrar la cultura es también celebrarnos a nosotros mismos, con todas nuestras raíces y todos nuestros horizontes”.
Con gaitas afinadas, tambores listos y las calles de Avilés ya convertidas en escenario abierto a la emoción, la música y la memoria compartida, arranca así un festival que no solo suena: late al ritmo de lo que somos.