El símbolo más icónico de los cauces asturianos se hunde en cifras mínimas y arrastra consigo un sistema en crisis: cambio climático, pesca industrial y abandono político se entrelazan en un colapso ecológico que ya afecta a más especies
Hay noticias que no deberían escribirse nunca, pero que se repiten año tras año hasta que la evidencia es ya imposible de ocultar. Este martes ha concluido la campaña de pesca del salmón en los ríos asturianos, y lo ha hecho con la peor cifra registrada en lo que va de siglo: 127 capturas en total. El año pasado fueron 376. En 2005, más de 1.000. En 1954, solo en el Sella se pescaron 2.871 ejemplares. Hoy ese mismo río ha entregado apenas 23.
El salmón atlántico no solo está desapareciendo: se está convirtiendo en una especie fantasma. Y su declive arrastra mucho más que un icono pesquero. “No es una mala temporada. Es el colapso de un sistema”, advierte la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies, que lleva años alertando del desastre inminente. Lo que está en juego no es una estadística: es la identidad fluvial del Principado.
Capturas por río en 2025: Nalón-Narcea (95), Sella-Piloña (23), Deva-Cares (7), Eo (2), Esva (0)
En total, 249 salmones menos que el año anterior
El ciclo roto
“El salmón vive un año o año y medio en el río, luego migra al mar para desarrollarse y regresa al cauce donde nació para desovar. Pero ya no vuelve. El ciclo vital del salmón está roto”, explica Delfín Puente Rodríguez, vocal de la Real Asociación Asturiana de Pesca Fluvial. Las causas se superponen: pesca industrial en alta mar, redes kilométricas frente a las costas irlandesas, presas obsoletas que cortan el paso, contaminación, pérdida de caudal y un cambio climático que ha elevado más de 1,5 ºC la temperatura media del agua en apenas dos décadas.
El resultado: el salmón ya no remonta los ríos asturianos como lo hacía. El río Esva no ha registrado una sola captura en dos años consecutivos. En el Eo, solo se han pescado dos. En el Narcea, la media de peso de los escasos salmones que se capturan sigue en torno a los cinco kilos, pero cada vez hay menos, y cada vez más tarde.
La última frontera del salmón en España
“La costa cantábrica española es el último bastión del salmón atlántico en España”, recuerda Puente Rodríguez. “Pero incluso aquí, en Asturias, estamos entrando en peligro crítico”. Coincide con él la Coordinadora Ecoloxista: “El declive es sostenido, medido, documentado… y se ignora cada año”.
La situación es tan extrema que el Gobierno del Principado ha solicitado formalmente a la Unión Europea que investigue los caladeros atlánticos donde se pierden miles de ejemplares. Además, se trabaja ya en una iniciativa conjunta con Galicia y Cantabria para exigir una moratoria en la pesca industrial del salmón en el mar, especialmente en las zonas próximas a Irlanda y Feroe.
¿Solo el salmón?
Pero si alguien piensa que este es solo un problema para los pescadores deportivos, se equivoca. El salmón es solo el síntoma más visible. También la trucha común lleva años reduciendo su presencia en tramos altos de varios ríos asturianos. El urogallo cantábrico ha desaparecido ya de amplias zonas donde era habitual. Incluso el oso pardo, tan emblemático como amenazado, sobrevive gracias a programas de intervención y vigilancia continua.
Todo forma parte del mismo deterioro: menos nieve en invierno, menos agua en primavera, más contaminación, más calor y más obstáculos artificiales en los cauces. Como resume Fructuoso Pontigo, portavoz de la Coordinadora, “seguimos tratando al salmón como un trofeo y no como una especie en regresión, y eso es insostenible”.
¿Y ahora qué?
“Esto no se arregla parando un año. Esto requiere una década de moratoria y de compromiso político real”, sentencia Delfín Puente. “Si tú no permites que los salmones pasen de tu frontera y lleguen a los ríos donde nacieron, el ciclo va a ir reduciéndose cada vez más”.
Lo que está en juego no es solo un animal, ni siquiera una tradición. Lo que se pone en cuestión es si Asturias quiere seguir siendo una tierra de ríos vivos o si vamos a aceptar su conversión en decorado inerte de lo que fue. El salmón se va. Pero con él, también se va algo más profundo.