La guerra de Trump: beneficio para él, mientras Europa la paga a escote

La guerra de Trump: beneficio para él, mientras Europa la paga a escote

Desde el inicio de su presidencia, Donald Trump mostró un fuerte interés en desmantelar el programa nuclear de Irán, calificando el acuerdo nuclear de 2015 (JCPOA) como “un acuerdo horrible y unilateral que nunca debió haberse hecho”. En mayo de 2018, Trump retiró a Estados Unidos del pacto nuclear con Irán, alegando que el acuerdo no frenaba el programa de misiles de Irán ni su influencia desestabilizadora en la región. Esta retirada, realizada en contra de la postura de los aliados europeos, estuvo acompañada de la imposición de “el nivel más alto de sanciones” a Teherán. Los líderes de Reino Unido, Francia y Alemania expresaron inmediatamente su pesar y preocupación por la decisión de Trump y reafirmaron su compromiso con el acuerdo, instando a EE.UU. a no sabotear su cumplimiento. Pese a estas objeciones, Trump mantuvo una línea dura, insistiendo en que Irán nunca debería alcanzar armas nucleares. En sus declaraciones en la Casa Blanca, advirtió que cualquier país que ayudase a Irán en ese objetivo enfrentaría sanciones severas.

La posición de Trump estuvo fuertemente alineada con la del gobierno israelí de Benjamín Netanyahu. El primer ministro israelí fue uno de los más vehementes críticos del acuerdo con Irán y aplaudió la retirada estadounidense. Netanyahu calificó la decisión de Trump de “valiente” y afirmó que EE.UU. “rechazó el desastroso acuerdo nuclear con el régimen terrorista de Teherán”. Trump incluso citó públicamente “las pruebas” presentadas por Israel sobre actividades nucleares pasadas de Irán para justificar su desconfianza hacia el régimen iraní. En adelante, la administración Trump lanzó una campaña de “máxima presión” sobre Irán: reinstauró sanciones económicas asfixiantes y planteó 12 exigencias a Teherán que en la práctica requerían que Irán desmantelara no solo gran parte de su programa nuclear, sino también cambiara su comportamiento regional.

Aunque Trump inicialmente aseguró a líderes europeos que no buscaba una guerra con Irán, en la práctica su gobierno contempló opciones militares. De hecho, a finales de 2018 John Bolton (asesor de Seguridad Nacional de Trump y conocido halcón anti-Irán) solicitó al Pentágono opciones para atacar Irán tras incidentes menores con milicias pro-iraníes en Irak. Este inusual pedido alarmó a funcionarios de Defensa y Exteriores por lo despreocupado que parecía el equipo de Bolton sobre desencadenar un conflicto directo. Analistas advirtieron ya en 2019 que Bolton y otros halcones buscaban excusas para escalar militarmente: la administración Trump acusaba a Irán de sabotear petroleros en el Golfo sin pruebas y de preparar ataques a tropas estadounidenses, sugiriendo que podría fabricarse un “Golfo de Tonkín” iraní como pretexto para la guerra. En aquel momento Trump afirmaba públicamente que no quería guerra, llegando a decir que “templeaba” a Bolton, pero al mismo tiempo aumentaba la presión con sanciones y retórica dura.

El compromiso de Trump de “negar a Irán todas las vías hacia un arma nuclear” quedó claro no solo en la retirada del acuerdo, sino también en su disposición a respaldar acciones encubiertas o militares. En enero de 2020, ordenó el ataque que mató al general iraní Qasem Soleimani, elevando la tensión al borde de la confrontación directa. Hacia el final de su mandato, incluso exploró la posibilidad de bombardear instalaciones nucleares de Irán, aunque entonces fue disuadido por sus asesores, según reportes de prensa de noviembre de 2020. Esto revela que Trump consideraba seriamente la opción militar para frenar a Irán.

Estrategia: ¿Conflicto Israel–Irán como pretexto para ataques?

Una cuestión clave es si Trump —o su entorno— tenía una estrategia premeditada para usar un conflicto entre Israel e Irán como excusa para atacar las instalaciones nucleares iraníes. Documentos oficiales directos no existen, pero los hechos y testimonios sugieren que la administración Trump estaba buscando excusas para una confrontación. La presencia de Bolton y otros funcionarios abiertamente favorables a la acción militar contra Irán indica que Washington podía aprovechar cualquier incidente para justificar ataques. Bolton había escrito en 2015 que “la única respuesta al plan nuclear de Irán es bombardear Irán”, y como asesor persuadió a Trump de abandonar el acuerdo, a la vez que amenazaba públicamente a Teherán con que habría “infierno que pagar” si desafiaba a EE.UU. o sus aliados.

Durante la presidencia de Trump, Israel incrementó sus operaciones encubiertas contra Irán (sabotajes a instalaciones nucleares, ataques a fuerzas iraníes en Siria). Trump generalmente respaldó estas acciones, enfatizando el derecho de Israel a defenderse. En 2019, por ejemplo, tras la reimposición de sanciones, Israel advirtió de movimientos iraníes en Siria justo cuando Trump anunciaba la retirada del acuerdo, y bombardeó objetivos iraníes en Damasco minutos después de la declaración de Trump. Este tipo de coordinación implícita mostró un frente común dispuesto a escalar la presión militar sobre Irán.

El clímax de esta dinámica llegó en 2025. Estalló una guerra abierta entre Israel e Irán. Israel lanzó ataques masivos durante días contra objetivos iraníes con el declarado objetivo de desmantelar completamente el programa nuclear iraní. Trump inicialmente dio a Irán un ultimátum de dos meses para alcanzar un nuevo acuerdo y, según fuentes, incluso le dijo a Netanyahu en junio de 2025 que prefería defusar la crisis con conversaciones. Sin embargo, conforme Israel intensificó su campaña aérea y Teherán no cedía, Trump fue inclinándose hacia la opción bélica. En público llegó a afirmar que Irán estaba “en etapas avanzadas” de construir un arma nuclear y desestimó los informes de su propia comunidad de inteligencia. Críticos señalaron que Trump estaba ignorando deliberadamente la evidencia para justificar una posible intervención directa de EE.UU. en la guerra.

Finalmente, Trump ordenó la intervención militar estadounidense. En la madrugada del 22 de junio de 2025, bombarderos B-2 de EE.UU. atacaron tres sitios nucleares iraníes clave. Trump anunció que las principales instalaciones nucleares de Irán habían sido “completamente y totalmente obliteradas”. Según diversas fuentes, Trump tomó esta decisión alentado por funcionarios israelíes y legisladores republicanos. Israel había degradado defensas iraníes y expuesto las instalaciones; EE.UU. remató el trabajo. Sólo EE.UU. posee las bombas antibúnker y aviones necesarios para destruir sitios como Fordow. Trump consideró que esta era una oportunidad única.

El factor económico: la industria armamentística estadounidense

Detrás de la dureza de Trump con Irán y su insistencia en el rearme occidental, muchos analistas señalan un fuerte componente económico ligado a la industria armamentística de EE.UU. Trump ha tendido a monetizar la política exterior, enfatizando cuántos contratos y empleos genera una determinada postura. Un ejemplo claro fue su reacción tras el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi: se negó a tomar medidas punitivas fuertes contra Arabia Saudita argumentando abiertamente los beneficios económicos de la relación. Presumió de haber asegurado 110.000 millones de dólares en ventas de armas a los saudíes, destacando que gran parte irían a Boeing, Lockheed Martin, Raytheon y otros grandes contratistas de defensa estadounidenses.

La conexión entre la línea dura de Trump y los intereses de la industria de defensa se refleja en las puertas giratorias y apoyos políticos. Varios altos cargos de su administración tenían vínculos directos con contratistas militares. Mark Esper, secretario de Defensa, había sido lobista jefe de Raytheon. Patrick Shanahan, su predecesor, pasó 31 años como ejecutivo en Boeing. John Bolton lideraba un think tank que recibía financiación de grupos pro-defensa. Además, Trump y sus allegados se beneficiaron indirectamente del auge de la industria militar. Las tensiones internacionales impulsadas por su retórica fomentaron ventas de armas a aliados de Oriente Medio. Las exportaciones de armas de EE.UU. alcanzaron cifras récord.

Un factor más personal es el apoyo financiero que Trump recibió de donantes vinculados a estos intereses. Sheldon Adelson, magnate de los casinos, fue el mayor donante individual de la campaña de Trump en 2016. Adelson presionó para la designación de Bolton y celebró públicamente la ruptura con Irán. Si bien no hay evidencia de que Trump obtuviera un beneficio económico personal directo, sí obtuvo réditos políticos. Satisfizo a donantes como Adelson y a sectores del Partido Republicano cercanos al complejo militar-industrial. También consolidó su base nacionalista al poder presumir de crear empleos en fábricas militares y hacer pagar a los aliados.

Presión a Europa: gasto militar al 5% del PIB y reacciones

Trump criticó repetidamente a los países europeos por aprovecharse de la defensa estadounidense pagando poco. Inicialmente exigió que todos cumplieran con el 2% del PIB, pero luego subió la apuesta: propuso un objetivo del 5% del PIB para 2032. Esta propuesta ha sido recibida con resistencia. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, la tachó de “umbral absurdo”. En España, el presidente Pedro Sánchez subrayó que implicaría dedicar unos 80.000 millones de euros anuales, algo insostenible sin subir impuestos o recortar servicios públicos. Italia y el Reino Unido también manifestaron dudas. Alemania calificó la demanda de “pura locura”.

No todos en Europa rechazan elevar el gasto. Países bálticos y Polonia ya están aumentando sus presupuestos. Polonia roza el 4% del PIB. Estonia celebró que el mensaje de Trump “envía una señal clara a Putin”. Suecia también reconoce la necesidad de invertir más. La guerra en Ucrania ha creado cierto consenso en Europa sobre aumentar el gasto más allá del 2%, pero la magnitud del 5% se percibe como excesiva. El secretario general de la OTAN ha planteado un compromiso escalonado: llegar a 3.5% en gasto militar y otro 1.5% en áreas relacionadas.

Muchos en Europa ven en la insistencia de Trump un intento de hacer que Europa pague la factura de las aventuras militares lideradas por EE.UU. La pregunta subyacente es si ese 5% financiaría la defensa europea o significaría comprar más armamento estadounidense y participar en operaciones exteriores costosas. Europa quiere invertir más en defensa, pero para ser más independiente de EE.UU. La UE aprobó un fondo de 150.000 millones de euros para rearmarse, con la condición de que 65% de esos gastos se inviertan en industria europea. Europa quiere evitar morder el anzuelo por completo. En definitiva, la postura agresiva de Trump frente a Irán y su campaña para reforzar militarmente a los aliados no solo responden a consideraciones geopolíticas, sino que están entrelazadas con intereses económicos: impulsar el lucrativo negocio armamentístico estadounidense y hacer que otros lo financien.

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