“¡Tánme buscando!”: la angustia del senderista perdido en Piloña que acabó en final feliz gracias a una operación de rescate épica

“¡Tánme buscando!”: la angustia del senderista perdido en Piloña que acabó en final feliz gracias a una operación de rescate épica

Niebla cerrada, un desvío solitario y una llamada al 112 activaron una operación de alto voltaje en Espinaréu. Tras casi cinco horas perdido, el senderista fue hallado sano y salvo en una ladera escarpada.

 

Se desorientó entre la niebla. Pensó que no le quedaba otra que llamar. Su móvil tenía cobertura. Marcó el 112 y dijo: “Tánme buscando, creo que me desvié y no sé volver.” Así comenzaba, a las 18:01 del sábado, una operación de rescate que mantuvo en vilo a los servicios de emergencia y al pequeño concejo de Piloña.

El hombre, experimentado en senderismo, formaba parte de un grupo que recorría la ruta de Espinaréu, una de las joyas naturales del oriente asturiano. Pero en un momento dado se adelantó, perdió la referencia del camino y, con la niebla cerrándose como una trampa, acabó atrapado en una ladera de fuerte pendiente.

El Centro de Coordinación de Emergencias del SEPA reaccionó al instante: activó al Grupo de Rescate y movilizó el helicóptero medicalizado. Pero la niebla era tan densa que la aeronave no pudo ni aproximarse al punto estimado. Mientras tanto, por tierra, tres bomberos del parque de Piloña y varios efectivos del equipo de rescate se abrían paso entre zarzas, barro y roca, con GPS, linternas y experiencia.

Fueron dos horas y media de búsqueda con la tensión a flor de piel. Cada minuto que pasaba, cada ráfaga de viento que ocultaba sonidos, era una cuenta atrás. Finalmente, a las 20:55, una voz rompió el silencio en medio del monte: “¡Tamos aquí!”. Lo habían localizado. Estaba ileso. Tenía frío, algo de miedo, pero la vista de los cascos amarillos de los bomberos fue el mejor paisaje del mundo.

El descenso fue lento pero seguro. Lo acompañaron a pie por un terreno inclinado hasta reencontrarse, a las 22:51, con el grupo del que se había separado. El abrazo con sus compañeros fue emotivo. No hubo aplausos, ni cámaras. Solo respiraciones aliviadas. Y una certeza: el monte no perdona despistes, pero Asturias tiene a los mejores rescatadores del país.

Una historia que pudo acabar mal y terminó bien. Porque aquí, cuando se pierde alguien en la montaña, no se le busca: se le encuentra.

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