Ocho expresidentes, líderes políticos y expertos internacionales reflexionan en el Campoamor sobre cómo defender la libertad frente al auge del autoritarismo
A las seis de la tarde, las puertas del Teatro Campoamor se abrieron para recibir a una audiencia expectante. No era una gala de ópera ni una entrega de premios. En esta ocasión, Oviedo se convirtió en el epicentro del debate político internacional, acogiendo la VI edición del Encuentro Ciudadano de la Fundación Libertad y Desarrollo, un foro que ha reunido a ocho expresidentes iberoamericanos y a un destacado elenco de voces expertas en geopolítica, seguridad, periodismo y activismo.
La escena no podía ser más simbólica. Bajo las lámparas doradas del Campoamor, donde habitualmente se aplaude la cultura, se escucharon advertencias sobre los peligros que acechan a la democracia en tiempos de polarización, populismo y erosión institucional. Desde el escenario, José María Aznar, Mauricio Macri, Felipe Calderón, Laura Chinchilla, Andrés Pastrana, Luis Lacalle, Tuto Quiroga y Jamil Mahuad compartieron su diagnóstico y propuestas para lo que consideran una “emergencia democrática”.
Una foto de familia con la historia reciente de Iberoamérica
El anfitrión de este encuentro fue Dionisio Gutiérrez, empresario y comunicador guatemalteco con raíces en Sobrescobio (Asturias), quien lleva años impulsando espacios de reflexión política desde su Fundación. Gutiérrez ya había recibido la noche anterior a los invitados en su residencia madrileña, donde se produjo una de las imágenes más comentadas del día: la foto de familia en la que los expresidentes posaron junto a figuras como Iván Duque, Edmundo González Urrutia, Álvaro Vargas Llosa, Claudia Gurisati, Félix Sanz Roldán o el exdiputado español Iván Espinosa de los Monteros.
Durante la recepción, se escucharon discursos cargados de preocupación, pero también de compromiso. Gutiérrez reclamó el fin del "cinismo" en la política y pidió rescatar la representación pública como un servicio y no como un instrumento de poder. Iván Duque, expresidente de Colombia, dejó una metáfora que caló entre los asistentes: habló de la democracia como el agua, ese bien tan esencial que algunos solo valoran cuando escasea. Y en Iberoamérica, recordó, la democracia nunca ha sido una garantía, sino una conquista frágil.
El mensaje: la libertad no es un derecho automático
El evento, que fue retransmitido en directo y seguido en más de 25 países, puso sobre la mesa una preocupación compartida: el avance de regímenes autoritarios, incluso desde gobiernos elegidos democráticamente, y cómo estos socavan el Estado de derecho desde dentro. Felipe Calderón alertó sobre el debilitamiento de las instituciones judiciales, mientras que Laura Chinchilla defendió el papel de la sociedad civil y el periodismo libre como contrapesos imprescindibles.
Tuto Quiroga se mostró especialmente duro al analizar los casos de Nicaragua y Venezuela, donde “la dictadura se ha institucionalizado bajo apariencia electoral”. En contraste, Jamil Mahuad subrayó la importancia de restablecer la confianza ciudadana en los sistemas democráticos, sin la cual los populismos encuentran terreno fértil.
Seguridad, inteligencia artificial y el papel de Europa
La cumbre también sirvió para abordar temas más allá del eje político tradicional. Expertos como Bryan Ware (exdirector de ciberseguridad de EE. UU.), DC Page, Lorent Saleh o Félix Sanz Roldán participaron en sesiones paralelas que analizaron los riesgos que suponen la inteligencia artificial, las guerras de desinformación o los ciberataques, en un contexto global cada vez más volátil.
Además, hubo una fuerte interpelación a Europa. Varios de los ponentes alertaron de que el viejo continente podría estar bajando la guardia respecto a su propia salud democrática, dando por sentados valores que otros países aún están luchando por consolidar.
Asturias, altavoz de los valores democráticos
El acto central culminó con una visita institucional a la Junta General del Principado, donde los expresidentes fueron recibidos por la vicepresidenta Celia Fernández. No fue solo un gesto protocolario. Para muchos, fue un reconocimiento al papel que puede jugar Asturias como altavoz de los valores democráticos, especialmente en un momento en el que se impone la necesidad de tender puentes entre Europa y América Latina.
La sensación final fue la de una cumbre necesaria. No hubo promesas vacías ni discursos complacientes, sino un llamamiento serio a reivindicar la política con mayúsculas. Y Oviedo, con su historia de hospitalidad y cultura, se convirtió por unas horas en el lugar donde la democracia alzó la voz.