Subasta amarga en Avilés: los pescadores no cubren costes y el mercado no puede pagar más

Subasta amarga en Avilés: los pescadores no cubren costes y el mercado no puede pagar más

La primera subasta de bonito del Norte de la temporada, celebrada esta mañana en la rula de Avilés, ha dejado más preguntas que celebraciones. El precio pagado por la primera tina, apenas 120,20 euros por kilo, ha sido el más bajo registrado en los últimos seis años. Una cifra que ha dejado un sabor amargo en el muelle y que desnuda una verdad incómoda: la pesca ya no compensa a los pescadores, pero tampoco el mercado puede pagar más por el pescado.

El Goienkale, un barco con base habitual en Bermeo, fue el primero en atracar con bonito esta temporada. Después de dieciocho días de navegación por el Atlántico, a 250 millas al nordeste de las Azores, trajo a puerto apenas 525,5 kilos de bonito del Norte pescados a anzuelo. La esperanza del patrón, Enrique Zabaleta, era que la subasta cubriera gastos y justificara el esfuerzo. Pero no fue así.

“No compensa los gastos”, declaró Zabaleta. “Hay que pagar seguridad social, víveres, combustible, la avería... Hemos salido a mar con la esperanza de salvar una campaña ruinosa, y volvemos con lo comido por lo servido”.

La diferencia con años anteriores resulta dolorosa: en 2023, el primer bonito alcanzó 370 euros por kilo; en 2024, 339 euros. Este año, el precio ha caído más de un 60 %, y la carga ha sido cinco veces menor. La cadena de supermercados Alimerka fue, como cada año, la compradora del primer lote, que destinará a comedores sociales en Asturias y Castilla y León. Aun así, la operación no fue comercialmente rentable, ni para quien vende ni para quien compra.

“Con esta cantidad no podemos llevar nada a tienda. Solo atender nuestras donaciones”, explicó Armando Prendes, responsable de pescaderías de Alimerka.

Un mercado atrapado entre el mar y el mostrador

La escena vivida en Avilés resume una crisis estructural: los costes de faenar han subido de forma insostenible, y los precios que está dispuesto a pagar el consumidor están tocando techo. Los barcos no logran rentabilizar sus campañas. Los compradores no pueden asumir precios de lujo por un producto que ha perdido ese halo de exclusividad que tuvo durante años. Y la demanda tampoco acompaña.

“Yo firmaría toda la costera así”, declaró con resignación Ángel Muñoz, director de la rula. Pero lo cierto es que una costera así puede ser el principio del final para muchas embarcaciones artesanales.

El Goienkale, como otros barcos del Cantábrico, busca en el bonito una tabla de salvación tras una costera de la xarda catastrófica. Pero incluso el “campanu del verano”, que siempre había generado expectación y orgullo, hoy no da para celebrar nada. Ni para cubrir el gasoil. Ni para reparar una antena.

La tormenta perfecta

El día de la subasta, Zabaleta confesó que tuvieron que regresar por una avería en la antena de comunicación que se fundió “el día del apagón”, dejándoles incomunicados. Sin línea, sin partes de pesca, sin conexión con tierra. Un símbolo perfecto de la desconexión entre la mar y la tierra, entre lo que cuesta el pescado y lo que vale.

Ahora, tras dos días de reparación en Avilés, el Goienkale volverá a salir. Porque no hay alternativa. Porque los pescadores no saben hacer otra cosa. Pero el modelo hace aguas, y la subasta de hoy lo ha dejado en evidencia.

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