S. C. T., una mujer avilesina, ha sido condenada a dos años y medio de prisión por allanar la vivienda de su expareja y golpearlo en la cabeza con una mancuerna de un kilo mientras hablaba por teléfono. Los hechos ocurrieron en septiembre de 2021, pero no ha sido hasta ahora cuando la justicia ha reconocido su responsabilidad, tras un tortuoso proceso judicial en el que la causa fue inicialmente desestimada en primera instancia, a pesar de la existencia de pruebas y lesiones certificadas.
La sentencia, dictada por la Audiencia Provincial de Asturias, contempla también una orden de alejamiento de cinco años y medio, una indemnización de más de 5.500 euros y la posibilidad de que la pena de cárcel sea suspendida si se cumplen ciertos requisitos. La mujer reconoció los hechos antes de la celebración del juicio con jurado, lo que permitió llegar a un acuerdo con la Fiscalía y evitar la exposición pública del proceso.
La agresión ocurrió después de que la acusada, en estado de embriaguez, accediera sin autorización a la vivienda de su expareja en Avilés, ocultándose en su interior. Cuando él llegó, ella lo atacó por la espalda, propinándole al menos dos golpes con una mancuerna en la cabeza. La víctima logró reducirla y acudió de inmediato al hospital, donde fue tratado de diversas contusiones. También sufrió, según informes médicos, crisis de ansiedad, alteraciones del sueño y problemas de memoria.
El caso que no quiso verse… hasta ahora
Durante cuatro años, la víctima —S. M. B.— luchó para que se reconocieran judicialmente los hechos. La letrada Concepción Artime, que representa al agredido, ha explicado que este caso “fue inicialmente desestimado, pese a una importante carga probatoria, lo que hizo que mi cliente viviese un verdadero infierno judicial”. Solo con la apelación se logró que la Audiencia reabriese el caso.
El entorno de la víctima se ha mostrado muy satisfecho con la resolución. “No se merecía ser atacado por sorpresa por una señora celosa disfrazada de ninja, y mucho menos ser maltratado después por la justicia”, declaraba un portavoz familiar. Destacaron también el apoyo recibido por parte de la hija de la víctima, su exmujer, su entonces pareja y su entorno más cercano.
¿Y si la víctima es un hombre? Un marco legal en revisión
Este caso no solo ha tenido impacto por su violencia o por la reactivación del procedimiento judicial, sino porque interpela directamente al debate sobre el enfoque jurídico de la violencia de género en España.
Actualmente, la Ley Orgánica 1/2004, que regula las medidas de protección integral contra la violencia de género, se centra exclusivamente en la violencia ejercida por hombres contra mujeres en el ámbito de la pareja o expareja. Esto significa que cuando la víctima es un hombre, como en este caso, los delitos no se encuadran en esa ley, sino que se tramitan como delitos de lesiones, amenazas o coacciones, sin el agravante específico de violencia de género ni el mismo acceso a recursos y protección.
Distintas voces —desde el ámbito jurídico hasta asociaciones de víctimas— reclaman desde hace tiempo una redefinición más inclusiva del concepto de violencia en el entorno de pareja, que permita atender adecuadamente casos como este, que aunque minoritarios, existen y generan un impacto real.
En palabras de la propia abogada del agredido, “la justicia ha tardado en entender que también hay hombres víctimas, y que el dolor, el miedo o la indefensión no tienen género”. Sin embargo, otros expertos subrayan que los datos siguen reflejando que el grueso de las agresiones graves, sostenidas y con consecuencias letales siguen siendo ejercidas por hombres hacia mujeres, lo que, argumentan, justifica que las medidas estén diseñadas con esa perspectiva.
Un caso que no deslegitima, sino que amplía la mirada
Desde la familia de la víctima se ha querido evitar cualquier uso manipulador del caso: “Esto no es un ataque a la lucha contra la violencia de género. Es una excepción que muestra que hay que estar atentos a todas las violencias y que nadie, sea del sexo que sea, debe quedar desprotegido”.
Con la sentencia firme y el caso cerrado judicialmente, queda por delante una etapa de reconstrucción para la víctima. Como concluye su entorno: “Ahora sí, creemos que la justicia ha hecho su trabajo. Y confiamos en que esto sirva para abrir los ojos a todos, no para cerrarlos”.