Bajo tutela del Principado y sin hablar español, los menores comienzan a mostrar señales de afecto. Las autoridades intentan localizar familiares mientras se evalúan las secuelas psicológicas del encierro.
Son tres niños. Dos gemelos de ocho años. Un hermano mayor de diez. Hasta hace apenas unos días, sus vidas transcurrían entre paredes sucias, basura y oscuridad en un chalet rural a las afueras de Oviedo. Encerrados durante casi cuatro años, sin ver escuela alguna, sin contacto con otros niños, sin idioma compartido con el país en el que vivían.
Hoy están bajo la tutela del Principado de Asturias, acogidos provisionalmente en un centro de menores de Oviedo, donde duermen por fin tranquilos y comienzan a abrirse tímidamente a los adultos que les cuidan. Los equipos médicos ya les han hecho una revisión completa, y en los próximos días serán evaluados por profesionales de Salud Mental Infantil del SESPA para determinar el impacto emocional y cognitivo de tantos años de aislamiento.
“Están en una fase exploratoria. Han mostrado ya muestras de cariño hacia las educadoras y se comunican entre ellos en otro idioma. No hablan español. Pero lo importante es que están tranquilos”, ha afirmado este viernes la consejera de Derechos Sociales, Marta del Arco.
Heridas que no se ven
Los especialistas advierten que los efectos psicológicos de un encierro tan prolongado en la infancia pueden ser devastadores:
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Retraso madurativo.
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Trastornos del lenguaje.
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Fobia social.
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Ansiedad.
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Depresión.
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Trastornos del vínculo afectivo.
A ello se suma el aislamiento idiomático. No haber aprendido español supone una doble barrera para su integración en el entorno y para acceder a tratamientos terapéuticos sin mediación lingüística especializada.
En busca de una red afectiva
El Principado ha iniciado gestiones para localizar a posibles familiares, ya que hasta ahora nadie ha reclamado a los menores ni se ha puesto en contacto con las autoridades autonómicas. La Consejería realizará “las indagaciones oportunas” con ayuda de redes de protección internacional, dado que los padres son de origen extranjero: el padre, alemán de 53 años, y la madre, alemana-estadounidense, de 48.
Si no se localiza ningún familiar apto y dispuesto a ejercer la custodia legal, el futuro de los niños podría pasar por una medida de protección estable dentro del sistema de acogida autonómico, o en última instancia, una adopción.
La actualidad judicial: prisión y patria potestad suspendida
El Juzgado de Instrucción número 3 de Oviedo ha ordenado esta semana el ingreso en prisión provisional sin fianza del matrimonio por los delitos de:
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Violencia doméstica
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Maltrato habitual psicológico
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Abandono de menores
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Y posible detención ilegal
Además, el juez ha decretado la suspensión de la patria potestad y de la custodia, que ya ha sido asumida por el Gobierno asturiano.
La vivienda: una cárcel insalubre
La investigación se activó tras una denuncia verbal presentada por una vecina del entorno rural de Oviedo, quien alertó el pasado 14 de abril de que algo no iba bien. La Policía Local montó entonces un dispositivo discreto de vigilancia.
El lunes pasado, accedieron al interior de la vivienda:
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Niños con mascarillas y pañales.
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Montones de basura, objetos rotos y desperdicios por todas partes.
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Aislamiento total del exterior.
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Sin escolarización, sin control sanitario, sin registros oficiales.
Un escenario que los propios agentes han descrito como “una imagen dantesca”, impropia de una sociedad moderna.
¿Qué se puede hacer por ellos?
Ahora, la prioridad es proteger, diagnosticar, reparar y acompañar. El camino es largo, pero ya no están solos. Asturias, con sus servicios públicos, y la sociedad civil, que ya ha mostrado su solidaridad y compromiso, se enfrenta al reto de reconstruir una infancia que fue silenciada, encerrada y dañada.
Porque el verdadero foco no está solo en el horror del caso, sino en la pregunta que lo define todo:
¿Qué hacemos ahora con estos niños? ¿Qué futuro les ofrecemos?