¡Ay, mios míos! Hoy os traigo una receta de les de siempre, esas que nunca pueden faltar en nuestra mesa de los domingos, cuando se juntan la familia y se disfruta de la buena comida. Almejas a la marinera, ¡y qué almejas! Si las cogéis fresquísimas, de esas que llegan del mar a la lonja, vais a flipar. El truco de este plato está en la salsina, que es para mojar pan y todo, ¡y a falta de pan, lo que venga! Si algo sé, es que los asturianos siempre encontramos un motivo pa' comer bien y pasarlo aún mejor.
Ingredientes:
- 1 kg de almejas frescas (de esas que huelen a mar, con salitre y todo)
- 1 cebolla grande, picada bien chiquita
- 3 dientes de ajo, machacados como Dios manda
- 1 vasu de vino blanco (el que sea, pero que no sea muy malo, que luego se nota)
- 2 hojas de laurel (que no falte el laurel, que si no, no es marinera)
- Unas ramitas de perejil fresco, picado fino (el toque verde de la tierra)
- Aceite de oliva (el justo, que la salsa tiene que quedar bien, no nadando en aceite)
- Pimienta negra (al gusto, ya sabéis que me gusta que pille sabor)
- 1 cucharada de harina (pa’ espesar un poco la salsa)
- Sal (con un poquitín, que las almejas ya llevan su sal)
Elaboración:
-
Limpiar las almejas: Lo primero que tenéis que hacer es meter las almejas en un cuenquito con agua y sal, como si fuera mar de nuevo, pa' que suelten la arenita. Dejadlas unas dos horitas o así, que se quiten toda la tierra. Y nada de tenerlas mucho tiempo, que si no, se quedan tristes.
-
Sofrito marinero: Ponemos la cazuela a calentar con un chorro de aceite de oliva, que no se os olvide. Añadimos la cebolla picada y el ajo bien machacado, a fuego lento, que se poche todo bonito, con cuidado, que no queremos que se queme. Lo dejamos hasta que huela a gloria.
-
La harina: Cuando la cebolla y el ajo estén bien pochadinos, le añadimos una cucharadita de harina, y revolvemos bien pa’ que se mezcle. A mí me gusta que se haga bien, que luego la salsa tiene que quedar suave, no grumosa.
-
Vino blanco y laurel: Echamos el vino blanco, que aquí en Asturias siempre tenemos algo bueno, y las hojas de laurel. Subimos un poquito el fuego, que el vino se evapore un poco y quede bien el sabor. Dejadlo reducir un poquito, que es lo que le da la gracia a la salsa.
-
Las almejas: Ahora llega lo bueno. Echamos las almejas en la cazuela, removemos un poquitín para que se impregnen bien de todo, y tapamos. Dejad que se abran solitas con el calor, que no hace falta que las toquéis. Cuando se abran, ya está listo.
-
El toque final: Cuando ya se abran todas, le añadimos el perejil picadito, y un toquecín de pimienta negra. Removemos con cuidado, y probamos pa’ ver si necesita un poco de sal (pero sin pasarse, que las almejas ya traen bastante). Si os gusta la salsa más espesa, dejadla unos minutos más al fuego, que se concentre todo el sabor.
-
A servir: Lo servimos bien caliente, con pan crujiente pa’ mojar en la salsa. ¡Ay madre! Como suena esto… Y si queréis darle un toque más asturiano, una sidra fresquita al lado, que no se diga que no hay fiesta.
Consejo de la abuela Balbina: Si veis que alguna almeja no se abre, ¡a la basura! Las almejas son así, no pueden estar cerradas si están bien. Y no olvidéis mojar pan, que la salsa lo pide a gritos.
¡Y listo! Aquí tenéis un plato asturiano que no falla nunca, tanto pa' los días de fiesta como pa' esos momentos en los que necesitas algo rico y lleno de sabor. Como siempre, cocinadlo con cariño y veréis cómo se nota. Y recordad, que el que no come bien, no vive bien. ¡Hasta la próxima receta, mis chicos! Que la comida asturiana se disfruta con amor, y eso se nota.
Balbina os manda un abrazo gordo, ¡y que comáis con gusto!