El viento helado se colaba por las esquinas del casco histórico de Avilés como un susurro invernal que quería colarse en una noche de primavera. Eran pasadas las ocho de la tarde y el cielo, que había sido un cubo de agua volcado sin miramientos durante buena parte del día, parecía, de repente, haberse cansado. Un orbayo tímido se quedó ...
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