Lo que el hombre hace con lo que no necesita más

Casimiro Huevoduro era un campesino dueño de un terrenito del que iba sacando para vivir él y su burro. A su burro lo tenía trabajando de sol a sol y mal alimentado, y, además de no agradéceselo Casimiro le propinaba alguna que otra patada y chorro de insultos cuando el animal no le labraba la tierra con la rapidez que él le exigía.

La suerte, que por ser igual de ciega que la justicia, a menudo premia a los que menos se lo merecen, tuvo el capricho de premiar con una considerable cantidad de dinero un número de la lotería, número del que Casimiro Huevoduro poseía un décimo.

Con el dinero obtenido, Casimiro Huevoduro se compró un tractor y, como ya no lo necesitaba más, a su burro lo vendió al matadero para que los carniceros del pueblo pudieran vender su carne y sacar provecho económico.

Casimiro Huevoduro hará ahora sus tierras cómodamente sentado y cantando los días que se siente alegre. De su burro, si alguna vez se acuerda, es para pensar que en el matadero debían habérselo pagado mejor.



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