Mamá solucionó su problema

Cesáreo Cuenca padecía de insomnio y por el miedo que tenía a usar los somníferos que la farmacopea ha creado para combatirlo lo pasaba fatal, pues dormía muy poco tiempo y en consecuencia se encontraba siempre cansado.

         Un día visitó a su mamá que vivía en otra ciudad y cuando ella viéndole desmejorado y cansino le preguntó si se encontraba enfermo. Él le contó el problema tan grande que tenía: su enorme dificultad para conciliar el sueño.

          Para sorpresa suya la buena mujer que lo había traído al mundo encontró inmediata solución a su problema. Una solución tan sencilla que a Cesáreo le entraron ganas de abofetearse por no habérsele ocurrido.

          Y a partir de ese día, cuando se acostaba, Cesáreo metía en su boca el dedo gordo de la mano derecha, comenzaba a chuparlo con intensidad y pocos segundos más tarde quedaba profundamente dormido, mostrando su cara de hombre maduro una expresión de feliz inocencia infantil.



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