Cuando la enfermedad nos golpea

Estos días se celebra en toda España “El día del enfermo”, y no queda más remedio que encerrarse en este cuadrilátero de quince líneas, con este toro bravo que es el misterio del dolor. Pero me gustaría acercarme con respeto, con delicadeza, de puntillas. Y es que el dolor está ahí y está para quedarse.

 

Me atrevo a decir con todo respeto que ante el dolor, lo más importante no es comprender su “naturaleza”, sino su “sentido”. Por eso un hospital es como una especie de juicio final anticipado. Algunos se rebelan contra la vida, ¿contra Dios?, porque no comprenden el misterio del dolor. Pero otros saben aceptarlo como un reto, como una ocasión para despertarse y aprovechar el tiempo que Dios nos conceda.

 

Debo añadir que cuando la fe ilumina la enfermedad, uno pude hacer el descubrimiento de participar en la pasión de Cristo y en su labor redentora. Y descubrir que lo que Dios espera de nosotros no es nuestro dolor, sino nuestro amor. Y puede que la enfermedad sea el talento más limpio para que Jesús lo multiplique en la redención del mundo.



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