Un matrimonio obsesionado con la enfermedad aisló a sus hijos en una casa convertida en búnker. Ni escuela, ni luz, ni infancia. Solo fármacos, basura… y silencio. Tras el umbral del chalé de Fitoria, lo primero que se percibe (según las fuentes consultadas) es el aire: denso, viciado, cargado de algo más que polvo. Una atmósfera turbia, como si la ...
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