España habla tras el caso Cerdán: el 62 % pide elecciones y el 40 % de los votantes del PSOE da la espalda a Sánchez

España habla tras el caso Cerdán: el 62 % pide elecciones y el 40 % de los votantes del PSOE da la espalda a Sánchez

El único sondeo publicado tras el estallido del escándalo señala una fractura interna sin precedentes en el socialismo. El mapa electoral, aún sin cifras, anticipa una sacudida política de gran magnitud.

 

Por primera vez desde que estalló el ‘caso Koldo’, el país tiene una pista clara de cómo están reaccionando los ciudadanos. El último sondeo publicado —realizado por el instituto GESOP para El Periódico— no ofrece todavía porcentajes de voto partido a partido, pero lanza una señal atronadora: el 62 % de los españoles cree que Pedro Sánchez debe convocar elecciones anticipadas. Y lo que es más revelador: un 40 % de quienes votaron al PSOE en las últimas elecciones también lo cree.

No son cifras menores. Son una alerta roja en el corazón mismo del electorado progresista, donde hasta ahora la fidelidad resistía los embates. Pero la caída de Santos Cerdán —exnúmero dos del PSOE—, su vinculación directa con una presunta trama de cobro de comisiones, y el goteo de revelaciones sobre su papel en las negociaciones con Junts, han abierto una grieta que ya no se puede disimular.

El escándalo, que estalló tras las grabaciones de la Guardia Civil a Koldo García —exasesor de Ábalos y presunto intermediario en contratos irregulares—, ha puesto a Pedro Sánchez en el centro de todas las miradas. Su comparecencia ante el Congreso, prevista para el 9 de julio, llegará con una ciudadanía profundamente desconfiada y con sus propias bases tambaleando.

LAS CIFRAS QUE PONEN EN JAQUE AL GOBIERNO

El 62 % de los españoles que pide elecciones no solo incluye a la oposición, sino también a votantes descontentos del bloque progresista. El dato más desgarrador para Moncloa es ese 40 % de votantes del PSOE que exige urnas. Una señal inequívoca de desgaste que no responde a una derrota política, sino a una erosión moral.

No estamos ante una bajada puntual en encuestas: estamos ante un replanteamiento de lealtades. Un núcleo del votante socialista que creía en la regeneración y la limpieza ha empezado a mirar con escepticismo a su dirección. La revelación de que Cerdán, considerado “el fontanero de La Moncloa”, gestionaba en paralelo supuestas adjudicaciones irregulares ha borrado de un plumazo la imagen de control político y ética institucional que el sanchismo construyó con esmero.

SIN CIFRAS DE VOTO AÚN, PERO CON RUMBO DEFINIDO

Este primer sondeo tras el escándalo, elaborado por GESOP entre el 19 y el 21 de junio, aún no ofrece datos de intención directa de voto. No sabemos cuántos puntos pierde el PSOE, ni si el PP, Vox o Sumar capitalizan el descontento. Pero sí tenemos la brújula emocional del país: la mayoría social exige un cambio de ciclo.

Este silencio estadístico es revelador. Nadie ha querido aún publicar los datos completos. ¿Por prudencia? ¿Por precaución ante un posible desmoronamiento interno del PSOE? Lo cierto es que sin porcentajes de voto, pero con porcentajes de indignación, ya se dibuja una nueva realidad.

LA ANTESALA DEL TERREMOTO

Hasta el estallido, las encuestas mostraban un escenario razonablemente estable:

  • El CIS (trabajo de campo del 2 al 7 de junio) situaba al PSOE en 34,3 %, siete puntos por encima del PP.

  • 40dB (antes del escándalo) otorgaba al PP un 33 % y al PSOE un 29,8 %, con Vox estable por encima del 13 %.

  • El PSOE parecía aguantar bien el desgaste, incluso con cierta ventaja en intención directa. Todo eso ahora está en duda.

Con Cerdán fuera del PSOE, pero aún en el epicentro judicial, y con la sombra de nuevas revelaciones sobre Ábalos y las estructuras paralelas de poder en Ferraz, las próximas encuestas serán mucho más que números: serán el diagnóstico de una crisis sistémica.

¿Y AHORA QUÉ?

El presidente del Gobierno ha anunciado una auditoría interna y promete depurar responsabilidades. Pero la desconfianza, una vez instalada, no se borra con comunicados. La presión aumenta desde fuera… y desde dentro. Sánchez ya no solo tiene que gestionar un escándalo: tiene que reconquistar a sus propios votantes.

De momento, la calle ha hablado: la mayoría quiere elecciones. Y miles de socialistas también. La Moncloa, por ahora, calla.

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