La delegada del Gobierno en Asturias señala directamente a Santos Cerdán y revela que fue víctima de una operación de derribo mientras el exnúmero dos del PSOE tejía una red de corrupción.
Adriana Lastra ha hablado como nunca antes. Frente al Teatro Filarmónica de Oviedo, con la voz firme y el corazón expuesto, la ex vicesecretaria general del PSOE y actual delegada del Gobierno en Asturias ha relatado por primera vez el calvario que vivió durante su etapa en Madrid: una “operación de acoso y derribo” que la empujó a dimitir “enferma y embarazada de cinco meses y medio”. Su verdugo, afirma con rotundidad, fue Santos Cerdán, el hombre que después quedaría implicado en una trama de corrupción destapada por la Guardia Civil.
EL RELATO DE UNA HERIDA ABIERTA
"Pensé que era solo machismo", ha confesado Lastra, “que no soportaba que una mujer estuviera por encima de él en la Ejecutiva Federal”. Durante años vivió esa hostilidad como una batalla de poder disfrazada de arrogancia patriarcal. Pero la caída de Cerdán ha cambiado su visión: “Ahora entiendo que no me atacaba por lo que yo sabía, sino por lo que podía llegar a saber”.
Acompañada de la vicepresidenta Gimena Llamedo, y antes de recoger uno de los Premios Miradas Violetas 2025, Lastra ha hablado “con el corazón en la mano” para confesar que, a pesar de su relación conflictiva con Cerdán, ella también habría defendido su honor: “Yo también hubiera puesto la mano en el fuego por él. Lo último que me podía imaginar era que fuera un corrupto”.
Lo que describe es un proceso largo y devastador, en el que se sintió aislada, atacada y finalmente derribada. “Sabía lo que me hacía, lo sabía todo… menos el motivo”, lamentó. Y añade una frase demoledora: “Me hizo de todo”.
UN PSOE CIEGO, UNA MUJER SILENCIADA
En sus declaraciones, Lastra ha asegurado que nadie en el partido sabía nada sobre los manejos corruptos de Cerdán. Ni ella, ni Pedro Sánchez, ni los compañeros de la cúpula. Y, aun en la adversidad, empatiza: “Entiendo perfectamente que todos pusieran la mano en el fuego por él. Yo también lo habría hecho”.
Estas palabras arrojan luz sobre lo que muchos en el PSOE ya ven claro: Lastra fue expulsada de Ferraz después de denunciar el "puterío" que rodeaba a Ábalos, mientras Cerdán se afianzaba como hombre fuerte de Sánchez. El precio de su dignidad fue alto: silencio, marginación y vuelta a Asturias con el cuerpo enfermo y un embarazo avanzado.
UNA TRAMA DE CORRUPCIÓN QUE ESTALLA
El caso Cerdán ya ha traspasado todas las fronteras internas del partido. Según informes de la Unidad Central Operativa (UCO), el exsecretario de Organización del PSOE aparece implicado en una red de cobros de comisiones ilegales por más de 620.000 euros, a través de adjudicaciones manipuladas que también involucran a José Luis Ábalos y a su entonces asesor, Koldo García.
Cerdán ha dimitido, ha renunciado a su escaño —lo que lo despoja de aforamiento— y ha sido citado por el Tribunal Supremo para declarar el 25 de junio. Las grabaciones de la Guardia Civil revelan conversaciones en las que se discutía el reparto de pagos, contratos y favores a empresas como Acciona y otras proveedoras de material sanitario.
EL TERREMOTO QUE SACUDE AL PSOE
Las revelaciones han sacudido a la Moncloa. El propio Pedro Sánchez compareció en el Congreso el 12 de junio para pedir perdón y anunciar una auditoría interna. Mientras tanto, desde sectores críticos del partido se exige una limpieza profunda y se advierte del daño reputacional de las redes clientelares tejidas en torno a Ferraz.
Pero lo más significativo de todo este escándalo quizá no sea la caída de un dirigente… sino el momento en que una mujer, silenciada durante años, alza por fin la voz. “Ya no tengo miedo”, pareció decir Lastra sin decirlo. Su testimonio no solo desnuda los abusos de poder, sino también el coste personal y físico de ser mujer y tener criterio en un espacio dominado por egos y pactos entre hombres.