Una semana después de la “Vaqueirada”, pasé de nuevo por Aristébano. Todo estaba quedo y brumoso; la niebla cubría los verdes de sus prados y las pizarras de sus tejados; la niebla y la soledad inundaba el paisaje. Pasamos de la masa al vacío,al igual que pasamos de la opulencia a la miseria de la crisis. Ya no quedan vaqueiros ...
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