Paciencia no infinita

Los ciudadanos tienen una gran paciencia con sus gobernantes. Les cuesta plantarles cara y exigirles responsabilidades más allá de juzgarles en tiempos de elecciones y aun así,  no acostumbran a ser rotundos al pasar la cuenta por los resultados e incumplimientos de programas.
Ahora mismo hay que tener muchas tragaderas para aceptar ajustes, sacrificios, contemplar inermes como suben las cifras del paro hasta los 5300.000  y que hay cerca de millón y medio  de familias con todos sus miembros sin ayudas sociales, excepto las procedentes de instituciones asistenciales. Y todo ello junto a un panorama de corrupción y descontrol de los caudales públicos. Es bochornoso encontrarse con llamadas a marchas y concentraciones callejeras en demanda de subvenciones públicas para chiringuitos,  mientras se olvidan reivindicar fondos para hacer frente a las dependencias o asegurar el suministro de medicamentos a los hospitales.
Tal parece que estamos perdiendo la brújula de la sensatez,  dando paso a manipuladores de distintas ideologías, expertos en sangrar para beneficio propio, los recursos de todos.
Cuesta, va costar mucho que la ciudadanía recupere la confianza en su clase dirigente por que si es verdad que, desgraciadamente, la corrupción individual puede darse socialmente, es mucho más lamentable cuando alcanza niveles institucionales en forma de falseamiento democrático, imposición partidista para perpetuarse en el poder a cualquier precio y de otros tantos desafueros al uso.
El espectáculo de estos días en el que los protagonistas son políticos de pasado y presente, en conflicto con la ética, no ayuda a combatir el desánimo en este escenario de frustración generalizada al constatar como se van dilatando los tiempos para recuperar la esperanza.
La vicepresidenta del Gobierno, esa chica tan lista que llama la atención de Angela Merkel, al anunciar el anteproyecto de Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria que estrecha el control del gasto en todos los niveles de gobierno, especialmente en las comunidades autónomas, dijo que la consolidación fiscal es “imprescindible” para volver a la senda del crecimiento y del empleo, devolviendo la confianza y la credibilidad en el país.
El ciudadano opina, que bien, muy bien que se controle el gasto público, pero tal vigilancia debió hacerse mucho antes. El desequilibrio de las cuentas públicas proviene  del volumen desorbitado del gasto, de la barra libre en todos los sectores a cuenta de unos recursos que eran coyunturales, procedentes de la burbuja y que los gestores pensaron que eran fijos para siempre. La recaudación extraordinaria la consideraron permanente y estructural.
Ahora para corregir el déficit fuerzan la presión recaudatoria cuando lo más apropiado sería desmontar tanta administración sobredimensionada a costa del ciudadano. En las próximas semanas los españoles comprobarán como su IRPF alcanza niveles superiores a los que pagan franceses, ingleses, italianos y alemanes. Serán las clases medias las que aguantarán esta vuelta de tuerca fiscal, porque las altas tienen mecanismos de evasión.
Se puede aceptar mayores sacrificios durante un tiempo, pero si todo se carga en las espaldas del ciudadano de a pié o tardan en aparecer signos de recuperación, el cansancio de la gente irá en aumento porque la paciencia se está agotando.
                                                                                                          jlpoyal@telecable.es



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