Jubilación

Los seres vivos están sometidos a un ciclo vital que se resume en nacer, crecer, multiplicarse y morir.

            Los seres humanos, como seres vivos que son, también se sujetan a esa secuencia, pero entre multiplicarse y morir –siempre que la fortuna acompañe y se vayan sorteando los innumerables obstáculos a que la propia existencia nos somete- debemos enfrentarnos a la jubilación.

            Suele decirse en el lenguaje vulgar que el término jubilación viene de júbilo y que, por tanto, la jubilación debiera de ser una etapa ansiada, esperanzadora, en cuanto nos permite disfrutar de uno de los bienes más preciados, la libertad, el tiempo libre, el ocio.

            El Diccionario de la Real Academia Española, sin embargo, apunta en otra dirección, máxime en su acepción específicamente dirigida a los funcionarios: “Disponer que por razón de vejez, largos servicios o imposibilidad y generalmente con derecho a pensión, cese un funcionario civil en el ejercicio de su carrera o destino”.

            “Vejez”, “imposibilidad”, no son precisamente términos que casen bien con la idea de júbilo.

            La actitud ante la jubilación no es la misma en el sector privado que en la administración pública.

            En el sector privado la tendencia es a jubilarse cuanto antes mejor. El gran esfuerzo de los negociadores de convenios colectivos es conseguir adelantar la edad de jubilación.

            En el sector público, la tendencia es a la inversa, sobre todo en los Grupos de Clasificación más altos.

            ¿Por qué?

            Quizá porque en el sector público se respetan escrupulosamente las jornadas, los horarios y además, el trabajo se desarrolla conforme a unos procedimientos preestablecidos que hacen que éste sea predecible, planificable y con un estrés asumible.

Quizá, también, ésas son las razones que justifican que sólo en el sector público exista una edad de jubilación forzosa y que una disposición similar resulte innecesaria en el sector privado.

            ¿Cuáles son las razones que justifican la fijación de una edad límite para la jubilación forzosa?

            La presunción de que a los 65 o a los 70 años se merman las capacidades físicas y mentales no parece que pueda ser la causa. Los políticos no tienen establecida edad de jubilación forzosa y gestionan los intereses públicos.

            La creación de empleo tampoco resulta convincente. Los partidos políticos son la mayor empresa familiar del país y, como quedó dicho, en ese ámbito la jubilación forzosa es desconocida.

            Creo que la causa hay que buscarla en razones más humanas y más pegadas al significado vulgar del término jubilación.

            Culminados los obligados 35 o 40 años de servicios (las generaciones jóvenes nunca llegarán a ellos) parece obligado, merecido y necesario el consiguiente descanso.

            Los problemas surgen cuando “al día siguiente” nos levantemos empachados de tanta libertad y sin saber qué hacer con ella.

            Es el momento de pensar que los años arrugan la piel, pero que renunciar al entusiasmo arruga el alma, que cuando todos los días resultan iguales es porque se han dejado de percibir las cosas buenas que salpican la vida, que nuestra existencia es demasiado breve para aburrirnos, que la muerte es ir perdiendo la costumbre de vivir, que hay muchas cosas que se pueden hacer cuando se dispone de tanto tiempo libre y que hay muchas personas en peor condición que nosotros que necesitan nuestra ayuda y que contribuir con nuestro presencia a paliar el dolor de los demás, nos dignifica, nos engrandece y nos reconforta.

            Es el momento, en suma, de dejar de pertenecer a las “Clases pasivas” y transformarse en militantes activos de la solidaridad y el compromiso social.

 



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