Los Estados Unidos de Europa

 

En un gran artículo con este mismo título, publicado  en LNE, el prestigioso economista asturiano Jesús Arango,”fabiano” distinguido, se refería a aquel 9 de Mayo de 1950 en el que Robert Schuman propuso la unión de la producción del carbón y el acero de Francia y Alemania, que daría lugar a la CECA, verdadero núcleo original de lo que hoy, transcurridos 64 años, constituye la Unión Europea, formada por 28 Estados miembros, de los cuales 18 tienen la misma moneda, una población de 500 millones de habitantes y representando el mayor bloque comercial del mundo.

 

El profesor Arango, reconociendo el gran esfuerzo realizado desde aquella fecha, señala que la UE está hoy estancada a medio camino, entre un pasado complejo y un futuro por construir.

Las reflexiones anteriores me han hecho retrotraerme, con nostalgia de quien peina canas, a una serie de artículos (26,28,30 Junio1951) que con el mismo título,”Los Estados Unidos de Europa”, firmaba en el periódico “Diario de Africa” que dirigía Eduardo Haro Tecglen, quien amparó la publicación solventando algunas reticencias de la censura que imputaba torcidas intenciones.

 

En aquellos tiempos no existían los “fabianos” porque los más próximos ideológicamente se habían exilado y aún faltaba una década para que “Cuadernos para el diálogo” saliese a los quioskos y veinte años para el grupo Tácito, pero sí funcionaban grupúsculos de estudiantes universitarios, que veían con algo más que tristeza, la soledad de España en la política europea a causa de su régimen.

 

No es extraño que recurriesen a una cierta criptografía para evidenciar el aislamiento que rodeaba al país. Volviendo a los artículos antes mencionados, recuerdo que la serie la iniciaba comentando que la “idea supranacional europea”, en cierto modo ya estaba presente en la noche de la Navidad del año 800 con la coronación de Carlomagno, también en Carlos V e incluso en Napoleón, pero que habían sido las terribles consecuencias de la II Guerra Mundial, con 60 millones de muertos, las que habían evidenciado los peligros de los nacionalismos y la necesidad de encontrar fórmulas de superación.

 

Contaba cómo en 1988 tuvo lugar el Congreso Europa y se izaba en Ámsterdam la primera bandera europea, bordada con una “E” roja. Había que hacer frente a “la eterna complacencia en la repetición de patrióticos engaños” como definía G. K. Chesterton al nacionalismo. Mencionaba los éxitos W. Churchill, exponiendo la primera idea y los esfuerzos de fundadores como Adenauer, De Gasperi, Sforza, Spaak y otros, que me- recían escasa atención en la prensa oficial española.

 

Haro Tecglen me animaba a continuar y, perdón por la autocita, me atrevo a reproducir algunos párrafos de aquel tiempo: “La formación de los Estados Unidos de Europa habría de ser un proceso complejo de etapas sucesivas: unión económica, estrechamientos de lazos culturales, etc.”…”Hay un hecho incontrovertible: que toda reconstrucción de Europa basada en soberanía divididas, está condenada al fracaso y que es necesario ir a instituciones comunes permanentes”…

 

Cuando formulaba estas opiniones, producto de un voluntarismo juvenil con alta dosis de ingenuidad política, no podía imaginar que transcurriría un largo medio siglo para que algunas de las instituciones fuesen algo más que burocracia y representación formal. Como es el caso de las nuevas competencias del Parlamento Europeo.

A pesar de indudables avances subsisten las dudas sobre cuál debe ser la meta deseable. El profesor Arango dice que:”las próximas elecciones deberían servir para debatir si se avanza o no hacia una fase de mayor interrogación, o bien la alternativa en quedarnos en un proyecto que se conforma con pequeños pasos como la unión bancaria y mayor supervisión de las políticas presupuestarias”.

Efectivamente estas elecciones van a servir para tomar el pulso al grado de aceptación de la UE , precisamente en el peor momento, cuando la gente asocia recortes y hombres de negro, además de un repunte de los nacionalismos.

 

Algunas encuestas apuntan a que el euro escepticismo, e incluso la eurofobia, estaban adquiriendo índices preocupantes. Una respuesta podría ser reiterar que el experimento europeísta de los Estados Unidos de Europa sigue siendo la fórmula más válida para no repetir tragedias pasadas, siempre que haya una masa crítica de conciencia común por encima de la simple yuxtaposición de Estados.

Así lo afirmaban aquellos artículos de juventud. Corría 1951.



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