¿Anarquía disolvente?

 

Felipe González, a la vista de la agitación política y social del momento, acaba de afirmar  que está seguro de que España saldrá de la crisis económica, pero no sabe si de la institucional que puede derivar en una anarquía disolvente. El expresidentes del Gobierno se une a la preocupación, cada vez más extendida por el acontecer de nuestra democracia..

A un sistema  democrático lo que lo distingue es el pleno respeto, garantía y protección de los derechos y libertades fundamentales, junto a una verdadera separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Como tercer elemento, que prevalezca el principio del imperio de la ley, el Estado de derecho, la igualdad de todos ante la ley, la honestidad, la responsabilidad y la transparencia en la gestión.

La seguridad jurídica es el punto diferencial entre las democracias consolidadas y aquellas con una débil cultura democrática. También vulneran el espíritu de la democracia los regímenes populistas que se inventan nuevos poderes para hacer más fácil el sometimiento a la voluntad del líder aunque haya habido urnas por medio. Como referencia la Constitución bolivariana, que ahora utiliza el sucesor de Hugo Chávez, crea tres poderes nuevos: el ciudadano, la controlaría y el poder electoral, que son expresión de un oficialismo totalitario, completado por los Círculos Bolivarianos y las Escuelas de Ciudadanía para adoctrinamiento obligatorio y aniquilamiento de la oposición. Esta referencia viene a cuento para señalar que en Venezuela fue el desprestigio de las instituciones, el fracaso de su clase política y una corrupción generalizada, lo que originó el caldo de cultivo propicio para una aventura que se presenta como campeona de los desfavorecidos y del progresismo.

Cuando se subvierten los principios de la democracia por los propios actores, el riesgo de involución aumenta y la única forma de evitarlo es perfeccionándola desde dentro. Parafraseando a Churchill hay que afirmar que siendo la democracia el menos malo de los sistemas políticos, debe ser cada vez menos malo.

Si los poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, en lugar de mantener sus respectivas responsabilidades se confunden en un aparato entremezclado, dominado por el ejecutivo, las instituciones se corrompen y la democracia peligra.

Peligra la democracia cuando la oposición sestea en espera de errores del gobernante, no ofrece alternativas inteligentes, dedica sus esfuerzos a satisfacer las ambiciones de poder de sus políticos o busca en la protesta callejera el respaldo que no obtuvo en las urnas.

Peligra la democracia cuando el gobernante hace dejación de sus funciones y no aplica el imperio de la ley a la desobediencia judicial y a la deslealtad constitucional o por su inoperancia favorece el populismo y la perversión de la “democracia asamblearia”.

Están demasiado cerca las peripecias recientes y las torpezas políticas de unos y otros para entrar en más reseñas. Produce desazón la irresponsabilidad de la clase política, Gobierno y oposición, tanto por su incapacidad para enderezar la situación económica, como por no valorar  el daño que está sufriendo nuestra democracia, precisamente ahora que transcurridos casi cuarenta años convendría perfeccionarla.



Dejar un comentario

captcha