Impuestos a la carta

En cuestiones de enseñanza, dicen los que ahora nos gobiernan que su primer compromiso es con la calidad, siendo de ello, la más beneficiada la enseñanza pública. También dicen que defienden el derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos, el modelo y el centro. Todo, porque creen en la plena libertad. Y lo dicen sin ruborizarse.

¿Es que los anteriores gobernantes no tenían un compromiso con la calidad? ¿Es que, antes y ahora, uno no es libre para elegir el centro y el modelo educativo que quiere para sus hijos? ¿No será más preciso decir que lo quieren es tener libertad para elegir un centro privado y que su coste se lo financien las arcas públicas?

Quieren que se implante el cheque escolar, consistente en la entrega por el Estado de una cantidad de dinero por cada hijo en edad colegial, para hacer frente a los gastos del centro que los padres elijan para sus vástagos. En el bien entendido de que si son cuatro los escolares, la cantidad habrá de cuadruplicarse.

¿Y qué sucede con los que no tienen, ni han tenido, ni van a tener retoños con los que beneficiarse de esos cheques? Por una sencilla regla de tres, el Estado deberá compensarles con alguna otra asignación “desimpositiva” a elegir de un variopinto repertorio. Así, se podrá solicitar un cheque para disfrutar de un balneario vacacional, para abaratar el coste de los “autopistos” peajes, para costear una asistencia médica privada…

¿Y qué pasa con el que no tiene, ni ha tenido, ni va a tener retoños, ni en su vida ha visitado a un médico porque ha disfrutado de una salud de hierro, ni tiene coche, ni sabe lo que es un Juzgado? Por regla de tres compuesta, habrá que abonarle su parte impositiva para carreteras, seguridad social, educación, justicia y estaciones de esquí y playas que jamás ha pisado. ¿Y si además en su vida ha visitado una Iglesia? También habrá que reembolsarle la parte alícuota de sus impuestos que hayan devenido en espirituales quehaceres.

Y esta complicadísima gestión “desarancelaria” pretenderán hacerla con los mismos funcionarios actuales, para que así se ganen el sueldo y dejen de tomar cafés en su tiempo de “laboro”.

Hay enseñanza pública, concertada y privada. La concertada debería relegarse a los lugares donde la red pública careciera de plazas y, con total libertad, cada cual que elija lo que quiera: enseñanza pública o enseñanza privada. La pública, gratuita, y la privada, onerosa. El Estado debe ofrecer unos servicios públicos de calidad, gratuitos, accesibles a todos los ciudadanos, sin discriminación, y a ello se deben destinar nuestros impuestos. No es posible elegir los servicios que cada ciudadano quiere que se costeen con sus tributos. No preparen preferencias para incluir en la minuta, que los impuestos no pueden ser a la carta.

 

 



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