Señores del jurado...

El menos malo de los modos de hacer algo es el mejor de los posibles. Lo mejor no es nunca o casi nunca posible, dado que lo mejor sería lo perfecto y no conozco caso de perfección.

Por eso desconfío de quien me la promete en cualquier orden de cosas. No me habléis de perfecciones, contadme lo que puede hacerse y echemos cuentas de lo que podría convenir a más gente. Vosotros y yo, sin embargo, no creo que seamos tan buenos como para perseguir el bien común por encima del nuestro. Tenderemos siempre a seleccionar lo que es bueno para cada implicado en la elección. Por eso precisamente es por lo que conviene que elijamos entre varios. Por un lado, nos controlaremos mutuamente y por otro, nos dará vergüenza elegir con el egoísmo instintivo con que lo haríamos en otro caso.

Me deprime formar parte en cualquier concepto de un jurado que ha de seleccionar al ganador de un premio. Casi siempre hay muchos optantes demasiado buenos o muchos demasiado malos. ¿Pero son buenos o malos los que a mí me lo parecen? Seguro que cualquiera de los que optan al premio de haber sido mejores saben más de cualquiera de las cosas que yo analizo desde mi siempre subjetivo punto de vista, saben más del asunto y lo han repensado más que yo. Y se habrán esforzado por explicar lo que piensan y opinan acerca de lo que luego escribieron.

Casi siempre hay algún sorprendente caso pintoresco que hace reír, y me enfado luego, porque aquello está escrito en serio, con esfuerzo, ¿quién soy yo para reírme?

Por eso me deprime, elijo y prefiero no razonar mi elección. No se trata de convencer a otros de que piensen como yo. Cada uno, creo, debe elegir por sí mismo, por sus particulares y peculiares razones.

Leo, aparto, clasifico, tras de un primer tamizado. A veces vuelvo sobre éste o aquél, pero casi nunca. Suelo quedarme con media docena. De una segunda pasada, con tres, si acaso. Cualquiera de los tres. Ya es asunto de matiz. Al releer, conmueve una frase, o se descubre un arte especial de seleccionar las palabras mejor que otro, cuyo tema es sin embargo más interesante o está estudiado, se ve, aunque con cierta torpeza, con ahínco.

Te reúnes, por fin, con los otros jurados y en su exposición descubres detalles que no habías tenido en cuenta. ¿Debo revisar mi criterio? No me gustaría ser juez. Hay siempre demasiadas razones para condenar a quien sin embargo hay multitud de razones para absolver.



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