Las heladas

Las heladas

 

Siguiendo los ciclos de las estaciones nos encontramos, con el templado otoño y el aire de castañas, luego nos llegan a nuestra tierra, tras las lluvias; las heladas.

                        Las heladas se adelantan a la nieve, según reza el refrán popular: “... dice la nieve a la helada: ve tu hoy que iré yo mañana ”; tanto la una como la otra, son beneficiosas para el campo porque llegan cuando se han recogido las últimas cosechas y la tierra ya se encuentra yerma, en situación de reposo, por ello, las bajas temperaturas climatológicas actúan, terapeuticamente, matando las plagas.

                        Nuestros verdes valles, divididos por arroyos y ríos, son los lugares idóneos para  teñir de blanco las zonas umbrías, en las cuales el sol no penetra durante gran parte del otoño e invierno, acumulando una helada sobre otra hasta que llega la nieve y el deshielo.

 

 

                        Los seres humanos, con avaras ambiciones, hemos dado la espalada a la naturaleza desoyendo sus dictados y despreciando sus leyes, solamente los mamíferos irracionales, - lo que significa que funcionan mas racionalmente que nosotros – mantienen el orden natural en sus vidas y costumbres, por ello, cuando la tierra reposa buscando el descanso hasta la siguiente cosecha y la sabia de árboles y plantas se retira de las venas verdes, estos mamíferos se aletargan en sus cavernas u otros habitáculos alcanzando el reposo invernal, ahorrando así energías hasta las estaciones mas cálidas y luminosas.

                         En épocas pasadas, los campesinos asturianos reducían las horas de sus trabajos dedicándose a la fabricación de utensilios o tejidos para su vestimenta, terminadas estas labores se reunían en los escaños de tsariegas al calor de la lumbre sobre la que pendía, de la gamallera, un pote en donde se cocía el potaje o las polientas, a la vez que se contaban cuentos de invierno, esto era la familia, núcleo esencial del pueblo, con gentes solidarias que se arropaban y ayudaban frente a las adversidades.

 

 

                        Las costumbres han cambiado y los pueblos se han despoblado a la vez que se han envejecido. Las familias se han dispersado y quedan, como muestra de una pasada historia, unos ancianos en soledad, rodeados de la frialdad fisiológica y la frialdad  afectiva; ya no hay tsariega ni leyendas en su entorno, quizás tampoco quede una cocina de leña en cuyo horno se ponían a secar las zapatillas que frecuentemente se quemaban. Ahora, en nombre del progreso, la comodidad y el bienestar, es muy posible que tengamos una cocina de gas o el ultimo modelo de una eléctrica con encimera de vitrocerámica, todo maravilloso pero frío, tan frío como la misma helada.  

                        Las heladas, ademas de ser buenas para terminar con las plagas del campo, permiten garantizar una buena salazón de jamones, lacones o caramietsas, por lo que se aprovechan estas temporadas para la matanza domiciliaria de los cerdos, dando lugar a unas reuniones de familiares, residentes en las ciudades, que aprovechan los puentes festivos para desplazarse a sus lugares de origen, recuperando, por unos días, el viejo espíritu del pueblo, al igual que se hace en las fiestas, dando vida a unas casas que permanecían cerradas desde el verano se ayudan unos a otros, y durante estas faenas recuperan el espíritu campesino, aunque ahora, mas que leyendas, se comenta la situación de mundo y ... sobre todo, la soledad, lamentando aquello que fue tan importante ayer y tan problemático hoy.

                        La helada, en definitiva, nos congela los cuerpos pero nos despierta las ideas. La naturaleza ha aportado las heladas para purificar la tierra y a sus habitantes.

 

 

                  

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