Epilogue, algo más que una película

Epilogue, algo más que una película

Hoy se cumple una semana desde que se proyectó en el Teatro Jovellanos la película “Epilogue” en el Festival Internacional de Cine de Gijón. Al igual que entonces, ayer hubo una manifestación convocada a favor del pueblo palestino y en contra del genocidio israelí coincidiendo con la jornada anual de solidaridad con Palestina.

 

En lo puramente cinematográfico, Epilogue nos cuenta cómo es un día en la vida de un matrimonio israelí que se encuentra en una difícil situación económica. La película arranca mostrándonos el humillante examen que han de realizar los ancianos en su propia casa ante la visita de la representante de la Seguridad Social, lo que ya da buena cuenta de lo que nos vamos a encontrar: una película que trata de hacernos reflexionar sobre la actual situación de la sociedad de Israel y los derroteros que ha acabado tomando desde que se formara el estado.

 

Berl es un antiguo dirigente socialista que no pierde la fe los ideales con los que nació el estado de Israel y lo demuestra predicando con el ejemplo. Siempre dispuesto a ayudar y cooperar con el resto de ciudadanos, está inmerso en la formación de “El círculo” una organización que persigue la ayuda ciudadana mutua. Por su parte Hayuta, es una mujer que arrastra una inmensa pena por la lejanía de su único hijo al que no puede ver y la frustración de ver que no hay nada de aquello con lo que un día soñó. Estos sentimientos terminarán en un reproche al final del día a su marido. Pero la amargura de aquello que no está deja paso al cariño y la necesidad de la compañía entre ambos, que es lo único que les queda. Finalmente tiene lugar el desenlace, un tanto agrio, que nos sugiere pensar en lo difícil que es en ocasiones vivir con dignidad.

La acción se va desarrollando paralelamente y muestra cómo van viviendo los personajes su día. Esto permite que vayamos viendo a una serie de personajes corales, reflejo del mundo actual en el que vivimos. Con encuentros breves pero ejemplificadores se muestran las diferentes caras de la sociedad que ha ido poco a poco deshumanizándose y perdiendo la solidaridad entre sus miembros.

 

La película es sobria e íntima, bien dirigida por Amir Manor que no se prodiga en exquisiteces y con unas interpretaciones soberbias (Yosef Carmon fue justamente galardonado como Mejor actor por el jurado del FICX) que hacen verosímiles algunas debilidades que muestra el guión y dan a la película un toque cómplice con el espectador quien agradece la química de la pareja protagonista, tanto en sus encuentros como en sus desencuentros. Merece especial mención el juego de contrastes en la iluminación de las escenas que consigue sumergir al espectador en la sentimental trama.

Rechina un tanto, no obstante, su final. Parece un preparado para que al espectador se le haga un nudo en la garganta. El vestido empeñado recuerda a “El hijo de la novia”, la música que acompaña las últimas escenas las recarga innecesariamente pues la actuación de los actores ya la está llenando y el desenlace, aunque sirva para hacernos reflexionar, puede no convencer del todo al espectador.

 

Amir Manor, en la presentación de la película ante el público gijonés, aseguró que confiaba en el diálogo como medio para la resolución de los conflictos y abogó por su generación como la nueva savia que consiga cambiar la situación actual. Su obra busca escarbar en las miserias de la sociedad actual y en la pérdida de ideales que desencadenan en un aislamiento entre las personas que la conformamos.

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